*A
20 años de su muerte, aún se le recuerda también por sus actividades
filantrópicas y como homenaje esta breve semblanza
*Algunos
machetes de cinta que hizo se obsequiaron a expresidentes y exgobernadores
Por:
Glendobeth Gutiérrez Castrejón
Corría
el año de 1985, cuando después de salir del Jardín de Niños Antonio I. Delgado,
de Ayutla de los Libres, Guerrero, pegaba carrera para llegar a la Herrería y
Balconería “La Negra”, al ingresar a ella, miraba a varias personas trabajando
en la hechura de puertas y ventanas, eran muy jóvenes, alegres, ocurrentes,
traviesos, pero muy esmerados en la encomienda que les hacía su gran jefe,
algunos de estos trabajadores fueron: Javier, Odón, Beto, Santo, su sobrino
Alfonso, así como sus hijos Arnulfo, Antonio y Ruperto, después coincidimos con
Güero, Pedro, Jaime y Lencho.
Más
adentro de la herrería, encontraba a una pareja de hombres rudos, eran los más
madrugadores, pues desde las 5 de la mañana, le daban forma a los muelles de
acero automotriz que al rojo vivo salían de la danza galopante de las brazas
que eran alimentadas por el aire que les suministraban los fuelles de madera y
piel de vaca; esos eran don Félix y Colorado, que a medio día ya tenían
forjados: espeques, tarecuas y machetes. Don Alfonso, era otro sabio artesano
que a los machetes y cuchillos, les ponía encachadura en forma de águila,
caballo, mosca o lo que se le encomendara.
Después
de dar los primeros pasos en el taller, recogía algunas piezas de tubulares
para improvisar algunos de mis juguetes, pero un día, un hombre recién entrado
a la ancianidad que se encontraba haciendo dibujos de acero para algunas
puertas, portando mandil de trabajo y un sombrero de petate, me llamó con mucha
habilidad y “cariño”, pidió tomara los fuelles y soplara para mantener viva la
llama en donde se calentaban unas pequeñas soleras de acero, cuando consideraba
prudente me pedía dejara de soplar, entonces sacaba una a una las soleras y
rápidamente les daba forma.
La
primera vez que apoyé a don Arnulfo Abarca Quijano con los fuelles, que apenas
alcanzaba a mis 6 años de edad, recuerdo que mientras trabajábamos compartíamos
una Pepsi, él la tomaba en un vaso y yo en la botella. Concluida mi primer
jornada, puso en mis manos unas monedas, corrí a casa a platicarle a mi abuela
el gesto de mi primer jefe, ella me ordenó las devolviera bajo el argumento que
entre vecinos debíamos de apoyarnos, así se lo expresé a don Nuco quien
reprendiéndome expresó: “Te lo di porque te lo ganaste, así que agárralo…”.
Fueron
aproximadamente dos semanas las que trabajamos haciendo dibujos y muchos otros
días en que de manera intermitente, templamos los machetes en aceite de coco
producido en nuestro municipio, después el jefe le indicó a su hijo de crianza,
Alfonso Abarca Villalba, que me enseñara a pintar y ahí estuve una buena
temporada siendo parte de aquel gran equipo de trabajo, hasta que por
recomendaciones familiares me concentré más en las actividades académicas de la
Escuela Primaria.
Después,
por el año 1990 visité la herrería, estaba sola, era un sábado después de las 4
de la tarde, en el espacio donde tenía su fragua don Chon Abarca, don Nuco pulía
un machete por los costados con un pujavante, era un candidato a machete de
cinta, me enajenaba ver como se desprendían ricitos brillantes de acero, él se
dio cuenta de mi presencia y empezó un breve diálogo, que palabras más,
palabras menos, fue así:
—¿Te
gustaría hacer machetes cuando seas grande? (en su rostro que reflejaba una
sonrisa única e irrepetible, denoté dos expresiones, una de nostalgia y otra de
confianza por desnudar aquello que generalmente se custodia muy en los adentros
del ser humano)…
—Si…
—No
es cierto, te irás a estudiar fuera, vas a convertirte en Licenciado, vas a ser
chingón como tu abuelito Polín (Apolinar Castrejón Ponce) y cuando regreses al
pueblo, ya voy a estar muerto y solamente te vas a acordar de este viejito que
hacía machetes…
(Era
muy raro que don Arnulfo pronunciara palabras altisonantes, si lo hacía dos
veces al año era mucho).
Tímido
y ante la mención de su muerte, me quedé callado tragándome una pena, una pérdida
que no quería tener de aquel sujeto con un fino predicado que hacía eco en mi
corazón estremecido, pues en esta época en que su nombre era tan mentado por
ser el dueño de “La Negra”, muy pocos habíamos palpado esa exquisitez que de
manera singular emana en momentos en que la espontaneidad florece con toda su
esencia.
Seguramente
quienes le conocieron desde niño, le supieron algunos errores propios que comete
un individuo, en especial doña Hermila Quijano León y el herrero don Alfonso
Abarca Gatíca, que como sus progenitores, fueron los primeros en cargarlo el 18
de julio de 1930 cuando nació, más la época en que me tocó tratarle fue de
consolidación, de obras, de acciones, de desprendimiento, de amor al prójimo,
de justicia... No fue producto de la casualidad, que con su gran esposa hayan
sido mis padrinos de bautizo y de primera comunión.
De
don Arnulfo pueden decirse muchas cosas, no sé qué tantas malas, pero sí sé que
muchas buenas, me pregunto si supo lo mucho que se le admiró, que se le quiso,
que se le respetó, siento que estuvo tan ocupado en sus actividades
filantrópicas que nunca se dio un minuto para la vanidad, ni siquiera para
meditar sobre la propuesta que le hicieron en la década de los 80´s para
participar como candidato a la Presidencia Municipal de Ayutla de los Libres. Él
dijo de tajo que no, quizá pensó que haciéndolo se alejaría de Dios, pero
definitivamente hubiese obtenido tantos votos, que en estos tiempos ningún
presidente electo lo hubiese superado.
Él
gozaba de apoyar a la gente, en la primera quincena del mes de diciembre en que
hay feria en el Barrio de La Villa en honor a la Guadalupana, los encargados de
armar los juegos mecánicos solían acercársele para solicitar algún apoyo de
herrería y cuando era el momento del pago, generalmente se abstenía de
cobrarles, a propósito de la feria, por el año de 1986 me propuso regalarme un
traje de apache para que le bailara a la Guadalupana.
Quienes
nacieron a partir del año 2000 desconocen que el Ayuntamiento de Ayutla,
pavimentó la calle Centenario (actualmente Juan Álvarez), del Ayuntamiento
hasta el domicilio de don Arnulfo, por lo que él junto con sus amigos Jafet
Ramírez Gatica, Apolinar Castrejón Ponce y después Joaquín Acevedo, se dieron a
la tarea de realizar una colecta para pavimentar la calle de este tramo hasta
el pie de la capilla del Barrio de La Villa, embellecieron el lugar colando
columnas de concreto, construyeron jardineras y pusieron una hermosa fuente,
pero después vino un presidente municipal y remodeló el lugar.
Cuando
estaba a punto de concluir mi secundaria, me ofreció que si decidía irme al
seminario para convertirme en sacerdote, con gusto pagaría mi beca,
honestamente me sentía atraído por el servicio espiritual, cosa que me nació
por la suscripción a las revistas “Aguiluchos” y “Esquila misional” que me hizo
llegar cada mes, lamentablemente mi vocación fue otra, más él seguía firme en
su forma de ser, tan es así que a sus 60 años de edad, se iba de misionero a
comunidades bien apartadas con otro viejecito y cuando no salía, en su vivienda
estudiaba la Biblia con mi madrina Fausta Castro Godínez.
Cuando
supo que el Presbítero Jesús Paz García, estaba armando un grupo de personas
para que se capacitaran en Jalisco, con el fin de hacer muebles con piel de
cerdo para emprender tareas solidarias, nos pusimos a hacer en la fragua
bastantes cagualos (instrumento del tamaño de un cuchillo pero con curva) para
que los voluntarios los utilizaran en el curso. Fue seguramente por mucho
altruismo de su parte, que el Papa Juan Pablo II, le extendió un reconocimiento
redactado en el Vaticano.
Don
Arnulfo fue verdaderamente popular, pues cuentan algunos de su generación, que
junto con su amigo Nicolás Castrejón Ponce, se dieron a la tarea de practicar
durante muchas tardes con sus guitarras y cuando se sintieron preparados,
hicieron presentaciones a petición de las autoridades municipales, cantaron las
mañanitas a las madres y acompañaron a los novios en serenatas que les
permitieron reconquistar a sus amores.
En
las primeras líneas mencioné que quien me impulsó a realizar esta breve
semblanza, hacía dibujos, pero eso era diminuto frente a otras artesanías, pues
con garbo elaboró los machetes en sus tres modalidades: “copetón o de trabajo”,
el “curvo” y el de “cinta” que lo consolidó en la región y más allá de las
fronteras de nuestro país como un hombre de manos e intelecto privilegiados.
“En nuestro Ayutla ha habido buenos herreros, pero para mí el mejor era el
amigo Nuco”, decía el tío Nicolás Castrejón.
El
machete de cinta es un instrumento masculino cuya confección es única por ser
cuidadosamente elaborado por contados herreros en la población y generalmente,
por ser considerado una verdadera joya artesanal, se obsequiaba a
personalidades destacadas. Este machete regularmente llevaba encachadura en
forma de águila, sus caras eran blancas y grabadas con buril de lado a lado con
ramificaciones y dibujos, según el estilo de cada artesano, además llevaban
algunos versos ingeniosos y populares como:
“Úsame con valor y guárdame con honor.”
“Soy
forjado en fino acero para un amigo sincero.”
“Este
filo que me vez te pondrá las nalgas al revés.”
“Donde
este filo se mete no hay médico que recete.”
“De
la Costa Chica vengo y a nadie miedo le tengo.”
“Me
gusta la carne humana pero más la de tu hermana.”
Algunos
machetes de cinta que hizo, se obsequiaron a los presidentes: Adolfo López
Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo; los
gobernadores guerrerenses: Caritino Maldonado, Israel Nogueda, Rubén Figueroa
Figueroa y Alejandro Cervantes; Hermenegildo Cuenca Díaz, secretario de la
SEDENA; Porfirio Muñoz Ledo, secretario de Educación; Jacobo Zabludowsky,
titular de 24 Horas; “El Indio Fernández, director de cine; la Academia Militar
de West Point de los Estados Unidos de Norteamérica, el cual fue donado por el
Heroico Colegio Militar, este machete llevaba gravado de un lado el escudo de
México con el nombre del director del Heroico Colegio Militar y del otro el
escudo norteamericano con el nombre del director de la mencionada Academia.
Otros
ayutlenses que también tuvieron su auge en la elaboración del machete ayutleco
y a otras artesanías hechas en el calor de la fragua fueron los señores: Jesús
Ávila Villalobos, Luis Castrejón Navarrete, José Carrera, Cristóbal Luna,
Genaro Zúñiga Castrejón, Aquilino Barrera, Dionisio Dircio, Inocente Barrera,
tan solo por citar algunos.
El
“machete ayutleco”, tiene propaganda vigente en diversas obras literarias, en
el poema “Canto Criollo” del poeta oriundo de Cuautepec, Guerrero: Rubén Mora
Gutiérrez, el bardo costachiquense lo resalta. Y se ha utilizado esta
herramienta para cortar el monte, limpiar la milpa, cortar árboles, la caña; lo
mismo que para partir un coco fresco, tumbar una palmera, hasta para practicar
las batallas guerrilleras del pasado.
El
machete de fábrica lo vino a desplazar, pero eso si no hay como el hecho por
los herreros tradicionales porque sus machetes están bien templados y no se
doblan como los industriales que aunque baratos son de baja calidad, por ello
es que en las revoluciones desencadenadas en nuestro país, ante la falta de
fusiles, los héroes del pasado llevaban el machete en mano, tal es el caso de
los Zacapoaxtla de Puebla, que el 5 de mayo de 1862, recibieron a machetazos a
los franceses, en esa fecha histórica cuando las armas mexicanas comandadas por
el Gral. Ignacio Zaragoza se vistieron de gloria.
Fue
por la década de los 80´s, cuando vimos en la televisión a don Arnulfo Abarca,
era cuestionado por el periodista Jacobo Zabludowsky en su noticiero, ahí el
entrevistado daba a conocer el esfuerzo no tan sólo de un hombre sino de más de
30 talleres que en Ayutla de los Libres, Guerrero, tintinearon muchas madrugadas
antes que el gallo cantara y que el interrogado tuvo la nobleza y la hombría de
difundir a favor de la tierra donde el 1 de marzo de 1854, fue proclamado el
Plan de Ayutla que propicio la caída del gobierno falaz de Antonio López de
Santa Anna.
Arnulfo
fue fraterno, sabia del dolor y del esfuerzo de los campesinos y de lo que los
acaparadores usureros les hacían, por ello decidió apoyarlos comprándoles la
jamaica a precios competitivos y sintiendo un fuerte compromiso con quienes
viven del campo, adquirió abono para distribuírselos a los precios más bajos
del mercado, tiempo después intuimos que sus ahorros los fue utilizando para
realizar una obra sin precedente en nuestra cabecera municipal: La Casa Hogar
del Anciano.
Fueron
bastantes días que le pagó a una persona para que del arroyo del Palate de
Ayutla de los Libres, extrajera arena de la más limpia, cuando al fin amontonó
la suficiente, compró varias toneladas de cemento en la localidad y contrató a
ayutlenses para que elaboraran tabicones, llegado el momento, empezó a armar
castillos de varilla, colar muros, levantar paredes, poner techos y equipar un
asilo para los viejecitos desamparados, quizá por eso Dios decidió llevárselo
el 18 de Noviembre de 1995, pues se había desprendido de sus ahorros para
realizar una obra verdaderamente inmaculada.
La
noche del viernes 17 de noviembre de 1995, en su domicilio fue velada la imagen
de la Virgen María y del Sagrado Corazón, como en su hogar se ha hecho cada
año, quizá por eso el anfitrión estaba bien contento la mañana del Sábado 18 de
aquel mes y año, lo encontré afuera de la vivienda de mis abuelos y me dijo:
“...haber prepárate que te traerán la herrería de la puerta y la ventana, ahora
si vas a estrenar…”, éstas fueron las últimas palabras que le oí decir, se fue
a su casa, mientras sus trabajadores llegaban con el trabajo.
Minutos
después, el suceso trágico llegó al seno de la familia Abarca Castro, pues su
patriarca cerraba los ojos por última vez a la edad de 65 años, la noche del
día en que falleció, fue velado en su domicilio al igual que la imagen de la
Virgen María y del Sagrado Corazón en el domicilio de su hermano Chon. Al otro
día, en su hogar, el padre Tomás vino de Tecoanapa, a oficiar una misa de
cuerpo presente y en la tarde su humanidad se trasladó al Asilo que construyó,
ahí el sacerdote Jesús Paz García, celebró otra misa de cuerpo presente.
Concluida
la segunda misa, familiares, amigos y conocidos lo llevamos a sepultar a su
última morada, el Panteón Municipal de Ayutla, y a pesar de que han
transcurrido más de 20 años de su partida, todavía se nos ruedan lágrimas de
tristeza porque le extrañamos su voz cándida, sus expresiones cariñosas, sus
recomendaciones, su testimonio de vida.
Este
gran viejo, que ha sido uno de los más apreciados de mi vida, tuvo muchas
predicciones atinadas, la herrería se acabó, pero no se acabó su memoria, ni
sus obras, ni sus acciones, por el contrario, a más de 20 años de haber partido
de nuestro mundo, sigue erguido en la mente y en el corazón de quienes nos quitamos
el sombrero para recordar lo mucho que hizo por la niñez, la juventud y las
personas más desprotegidas de la sociedad.
Por
lo dicho y lo reservado, no me queda la menor duda que el nombre de don Arnulfo
Abarca Quijano, merece los honores civiles propios de un personaje célebre y
que debe ser considerado para que figure en una calle, un parque, un jardín, un
asilo, un kínder, una primaria, una secundaria, una institución de nivel medio
superior y superior, porque sujetos con un predicado como el de él, deben
exaltarse entre propios y extraños, como un honorable referente.
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ResponderEliminargran historia....
ResponderEliminarHonor a quien honor merece, Don Arnulfo Abarca Quijano, sobre todo fué una persona muy sencilla, esposo, padre y hermano ejemplar, y seguramente que tambien fué un muy buen hijo. Dios nuestro Señor, lo tenga enbsu santa gloria.
ResponderEliminarBuen comentario y reseña ,, estos autores de la costa chica escribieran más seguido o publicarán sus libros
ResponderEliminarEscribir y publicar n
ResponderEliminarMás libros
Los autores guerrerenses deben reseñar más con la ayuda del internet
ResponderEliminarSin duda alguna el mejor ser humano que conocí ahí trabaje durante muchos años el me ayudo para poner mi taller descanse en paz don nuco
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