By Nahín Rojas
Muy temprano como de costumbre abordé el tren; para visitar a mi hijo y su mujer, como cada fin de semana estoy acostumbrada a hacerlo. Camine a paso ligero hasta encontrar un asiento ideal; cuando pensé encontrarlo, me senté y del paisaje comencé a disfrutar.
De pronto mi mirada se posó en alguien más, era una chica que lloraba sin cesar; una amarga pena oprimía su corazón, así lo pude asimilar; otra en mi lugar se hubiera quedado allí, sin actuar; pero su dulce rostro herido, fue el que pudo más.
Así que me puse de pie y me acerque para preguntarle si estaba ocupado el lugar, ella negó con la mirada y agregó -"Lo puede tomar". Y habiendo roto el hielo, me atreví a preguntar el motivo de su tristeza y la causa de su penar.
Pero sobre todo; le hice saber que no me lo tomara a mal, y que si algún consejo esta humilde anciana quizás se lo podría dar. Afortunadamente me tuvo confianza y a grandes rasgos su historia me contó. Dijo sentirse confundida y que quizás estaba haciendo mal.
Dijo que desde hacía mucho su marido no la atendía y que ya no la amaba igual. Que ya no le decía palabras bonitas y que perdía todo el día en su actividad laboral; que poco a poco su relación fue cayendo en la rutina y no sabe si él ya la dejó de amar.
Y agregó que alguien más le había comenzado a hablar. Que le decía palabras bonitas y que la hacía sentir brillar; incluso le había propuesto ser su pareja y que si al final ella no se sentía bien con él y que si ella aún sentía algo por su esposo, que él no la detendría y que ella podría regresar.
Una noche antes quedaron de verse, para el pacto con carne sellar; y que por eso iba en el tren, pero con un montón de dudas y sentimientos que no podía explicar. Y ella no sabía si estaba haciendo lo correcto y empeoraría las cosas aún más. Al final me pidió un consejo, pues no se quería volver a equivocar.
Así que le dije: "No sé qué problemas tengas con tu marido, quizás sean cosas que dialogando se puedan solucionar, pero si de algo estoy segura; es que el hombre verdaderamente enamorado, no te dejaría la puerta abierta, no te dejaría regresar; no te diría que regresaras con tu marido, en cuanto tú quisieras regresar.
Él haría todo lo humanamente necesario para brindarte lo que nadie más te da, más al contrario; solo te está dejando la puerta abierta para que puedas regresar, ese hombre no te ama, solo de ti se quiere aprovechar ¿Cuánto tiempo crees que el gusto por ti le dure? Quizás solo una vez que te haga suya y se aleje sin mirar atrás.
La chica quedó en silencio por un breve rato y me dió las gracias por el consejo; tomo sus maletas y regresó sus pasos atrás. En verdad espero que mi consejo le haya servido; pues hay muchos hombres que de los matrimonios disfuncionales sólo se quieren aprovechar.
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Autor: Nahín Rojas
México
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