miércoles, 25 de marzo de 2020

El voyerista

Por Alfredo Guzmán
• Como los cangrejos?
El grupo de Economistas y Asociados e Investigaciones Sociales Aplicadas (GEA e ISA), presentó ayer los resultados de su más reciente estudio “México: La gobernabilidad en tiempos de la cuarta transformación. Escenarios políticos” en el que se analizan las expectativas ciudadanas, frente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
La aprobación a la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador, disminuyó con respecto a diciembre, pasando de 57 a 47%. La desaprobación aumentó considerablemente, pasando de 38 a 46%.
La aprobación también perdió firmeza; el porcentaje de ciudadanos que respaldan incondicionalmente al presidente se redujo a la mitad.
La caída es producto de un serio deterioro del estado de ánimo de la población y de una evaluación cada vez más crítica de los resultados de la actual administración.
En materia económica, ha crecido de manera importante el pesimismo.
En materia de seguridad, existe una percepción de deterioro de la calidad del servicio.
La ventaja de Morena sobre el resto de los partidos se ha cerrado significativamente.
Lo anterior me convoca a una reflexión serena, que indica y establece que quienes hace 2 años, festejaban haber iniciado una nueva era, que los hacía suponer que iban a gobernar por siempre jamás, las circunstancias, los errores, las falsas expectativas que generaron y la carencia de un proyecto viable y factible los tiene contra su propia pared.
Nadie, ni siquiera la oposición ha hecho nada para detenerlos, pues se quedaron pasmados al no saber por qué perdieron, y no entender que los excesos y los abusos, contra la sociedad, tenía un costo, que hoy pagan fuera del poder.
Paradójicamente los que dirigen a Morena y su líder Andrés Manuel López Obrador, han cometido infinidad de errores que supusieron no tendrían efectos, pues los 30 millones de votos que obtuvieron en 2018, los hacía inmunes a cualquier condición social adversa.
La clausura de la construcción del aeropuerto de la Ciudad de México, los colocó en un escenario complicado, pues los enfrentó a la clase empresarial nacional e internacional.
Eso tiene su efecto en que los empresarios no creen que haya certeza a sus proyectos, luego de que con una encuesta amañada, les digan que siempre no se realizan sus propuestas.
De ahí el cero crecimiento económico.
La violencia que sigue un curso sin reducción, genera desconfianza de la sociedad en su gobierno.
La carencia de medicinas en hospitales, provocó que sectores se retirarán de apoyar a quien no cumple con lo básico: La salud de los mexicanos.
Posteriormente viene una reducción de precio del petróleo y los proyectos de crecimiento, se reducen a nada. Luego surge un virus que toma desprevenido a todo mundo y enfrentarlo, ha generado una crisis mundial y monedas como la mexicana, se devalúan.
México, carece de lo más elemental para enfrentar a un virus que todos desconocen.
El presidente de México, quiere establecer que no pasa nada y rompe con protocolos básicos de cuidado, que lo colocan en alto riesgo.
Sigue abonando a la división de los mexicanos, hablando de que ha reducido la corrupción y no hay elementos que lo sustenten.
Huachicol crece, no hay licitación de proyectos y buscan desviar la atención social, al promover acciones que buscan no atacar la violencia contra las mujeres y contra la sociedad.
Empecinado es su necedad natural de la que hace alarde, dice que sus proyectos van. Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía, que son proyectos inviables en muchos aspectos y obsoletos en otros casos, tienen prioridad, a la salud y fortalecimiento de la estructura sanitaria de México.
Hoy, no hay dinero, porque la mitad de un fondo para emergencias, lo utilizaron para fortalecer a su ejército de gente que no hace nada, ni trabaja y en algunos casos ni estudian.
Es tiempo de unidad y de que el presidente deje de buscar y fomentar enemigos, en aras de establecer que lo quieren tumbar.
Es tiempo de caminar juntos, entendiendo que hay diferencias.
No se trata de perdonar los excesos, esos hay que castigarlos y quien tenga culpa, que la pague, pero no es para encubrirse en el manto de moral y estar haciendo lo mismo, acusando al ladrón, siendo que son la ocasión.

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