La
figura del sicario es concebida como aquel individuo que asesina por encargo a
cambio de un determinado pago, ya sea monetario o por bienes materiales, o
inclusive como cobro de un favor, y en donde se establece una relación de tipo
convenio que mantiene al sicario como el autor material del crimen que es
pagado por un autor intelectual. El fenómeno del sicario es un modo
delincuencial que es alarmante no sólo por las muertes ocasionadas por esta
práctica, sino por su establecimiento en un contexto en el que se es percibido
el asesinato por encargo como una forma de vida que ofrece dinero y el
reconocimiento social que buscan muchos jóvenes. Lo cual nos lleva a las
cuestiones de personalidad, valores y motivaciones que los promueve a actuar a
cambio de una remuneración económica. Esta práctica de asesinar por encargo nos
hace darnos cuenta de la desvalorización de la vida y el valor monetario que
está ganando la muerte, al grado de convertirse en una fuente regular de
ingresos para algunas zonas de la población mexicana. Es necesario resaltar que
la importancia del sicario en el crimen organizado no sólo tiene una
retribución monetaria, lo que este negocio ofrece, además, tiene que ver con
cuestiones psicosociales como la personalidad, valores, motivación para
realizar dicho acto a cambio de una retribución, que en ocasiones puede ser
mínima. Se menciona que este grupo de personas empieza a desarrollar desde
joven una apatía total ante la vida, debido a la escasez de futuro que ve en
ella y a las pocas oportunidades que se le brinda para poder vivir de una
manera digna. Esto teniendo como consecuencia una desvaloración del ser humano.
Y esto no sólo se ve hacia la vida de la víctima, sino de la misma manera con
respecto a ellos mismos y a su no tan favorable situación dentro del contexto social,
reflejando una parte importante que es necesaria para entrar dentro del mundo
del trabajo de asesino a sueldo: la ausencia del temor a morir jóvenes.
1.
El sicario marginal
Este
tipo de sicario se origina de zonas con marginación extrema en los ámbitos
socioculturales, académicos y económicos. En consecuencia, a su carencia de
educación, son personas altamente manipulables y las pocas esperanzas de
trabajo en sus lugares de origen. En su ámbito familiar, de igual forma cuentan
con una escasa o nula escolaridad y con empleos que no les proporcionan los
ingresos para vivir de una manera digna. Es por eso por lo que comienzan a
entrar en trabajos que, sin importarles la ilegalidad, les permiten tener más
ingresos económicos, a los cuales involucran posteriormente a los hijos,
quienes después van a incursionarse en otras actividades dentro del ámbito
criminal, los cuales poco a poco van siendo desensibilizados hasta cometer
actos que les permitan convertirse en sicarios. Por ende, su motivación
criminal primaria es la necesidad económica y la falta de oportunidades de
trabajo legales. Y como mencionaba anteriormente, la motivación psicológica
sería el tener poder, reconocimiento, el ser visto por la sociedad.
2.
El sicario antisocial
Éste
se desarrolla generalmente en ambientes donde es común el crimen, las pandillas
y el abuso de drogas. Se ve comúnmente un fracaso escolar, abuso de drogas y
poco respeto a las normas sociales. Dentro de este entorno, la violencia es la
forma de aprender a “sobrevivir” y el cometer delitos es una forma de vida
normal. En este caso, comienzan a introducirse a ese medio a través de las
pandillas y a la realización de delitos menores. Por lo que es común que este
tipo cuente con un historial delictivo. En cuanto a su entorno familiar, como
el anterior tipo, familiares ya inmersos en este ámbito comienzan a recluirlos,
esto desde edades tempranas y que son más moldeables y menos conscientes de los
riesgos y consecuencias de los actos. Hablando más centradamente sobre la
personalidad de este tipo de sicarios, suelen ser personas que desde muy
temprana edad presentan rasgos oposicionistas y desafiantes, reflejado en
expulsiones escolares, agresiones y conflictos con figuras autoritarias. Ya en
edad adolescente pueden presentarse indicadores de trastorno disocial, vistos
en las faltas sociales cometidas, como el pandillerismo, robo, peleas y uso de
drogas. En la edad adulta se comienzan a presentar las conductas antisociales,
cometiendo delitos mayores, como secuestros y ejecuciones. Con el tiempo se van
desensibilizando ante sus actos y comienzan un incremento de agresividad en sus
actos.
3.
El sicario psicopático
En
este caso puede o no desarrollarse en un ámbito donde los actos criminales son
normales y sus familias pueden mostrar una aparente normalidad social. Existen
ciertos indicadores, como la disfuncionalidad de los apegos, baja estimulación
afectiva, negligencia, falta de límites y algún padecimiento psiquiátrico
dentro de la familia. Cuentan con habilidades cognoscitivas que les ayudan con
la planeación y ejecución de sus actos. Su inicio en lo criminal comienza al
igual que el sicario antisocial, a una edad temprana, con conducta antisocial y
cometiendo delitos menores. Pero después comienzan a relacionarse con personas
con puestos más altos dentro del ámbito de la delincuencia organizada, donde
les ven un futuro prometedor, ya que cuentan con rasgos psicóticos como tener
un encanto superficial, frialdad emocional, una gran capacidad de manipulación.
Incluso este tipo de sicarios pude llegar a liderar organismos o realizar
trabajos por grandes sumas de dinero. Sobre todo, por su falta de empatía y
culpa, pueden llegar a cometer cualquier tipo de delito, viendo sus acciones
como simple trabajo.
4.
El sicario sádico
Este
sicario es similar en cuanto a su historia y ámbito en que se desarrolla que el
sicario psicopático. Pero a diferencia de ése, el sicario sádico como lo indica
su nombre tiene un sadismo inminente al realzar sus torturas y ejecuciones.
Destaca por su frialdad, crueldad y placer en
su realización. En este caso su principal motivación es de carácter
psicológico, saciar sus pulsiones de odio y venganza al provocar el mayor
sufrimiento a sus víctimas, incluso llega a revivirlas para seguir causándoles
más sufrimiento. Esta característica es la que los hace destacar de todos los
demás mencionados. A pesar de ello, las ganancias monetarias pasan a segunda
instancia como un simple reforzador de estas conductas. La práctica que llevan
a cabo estos sicarios trae como consecuencia una desvalorización de la vida y
una mercantilización de la muerte. A pesar de la gravedad de este tema no
existen muchos estudios dentro de México debido a la poca importancia que se le
brinda, no se puede abarcar de alguna manera, empezando por mencionar que no se
encuentra tipificado dentro del derecho penal. Es importante ver las cosas como
son, de manera real, como hechos donde se vive un grado de violencia grande, el
enfocarnos en el abandono social que se tiene, y enfocarnos en estrategias
adecuadas para su tratamiento y prevención. Por otro lado, el impacto que ha
tenido este tipo de “trabajo” y que cada vez se está viendo como una opción
viable ante la falta oportunidades que tienen los jóvenes en este país. La
desesperanza que tienen por un futuro digno es lo que los hace buscar estas
opciones, ya que obtienen resultados de manera inmediata y es un trabajo que no
exige un esfuerzo grande, así como tampoco un conocimiento de algún oficio
específico. Pero este tema no sólo se puede explicar únicamente por las
carencias dentro del ámbito familiar o el entorno violento y criminal donde se
desenvuelven o características del individuo, sino a la suma de todos estos factores
que son los que permiten el surgimiento del sicario.
Vázquez,
A. R. et al. (2017), “Personalidad, valores y motivación criminal del sicario
en México”, Archivos de Criminología, Seguridad Privada y Criminalística (18).
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