Las cosas no resultaron
como creíamos. Las olas políticas en el pueblo no cambiaron para bien, por el
contrario, la llamada “Cuarta Transformación” llegó a embarrar a nuestro Pueblo
Mágico de la saliva y las costras de los nuevos y pequeños políticos que han
usado a Comitán como su babero, mientras aprenden a comer los deliciosos y
enmielados frutos del poder.
El mérito de Emmanuel
Cordero Sánchez, presidente de Comitán, Chiapas, no es el de haber ganado una
elección, sino el de soportarla todos los pinches días. De ser la cara pública
que recibe los tomatazos, las burlas, las injurias y los adjetivos más vergonzosos
y denigrantes que puede recibir cualquier fulano con la investidura
presidencial.
No se le critica su
trabajo como político, no lo hay, sino las absurdas y jocosas ocurrencias que
tienen él y su equipo para el “mejoramiento” de la ciudad. Las mismas que han
ocasionado que todo mundo lo ridiculice y lo agarre de su puerquito. Las mismas
que han llevado a la propia gente a referirse a él como el Presidentito, el
Títere, el Sonrisas, el Torombolo, Tribilín, Muchachito, entre otros adjetivos
que lo consagran como el peor alcalde de Comitán.
Los caminos de la vida
Su vida dio un giro muy
cabrón. Dejó atrás su vida anónima de comodidades y pleitos con policías,
faldas y pantalones, para convertirse en el epicentro del bullying todo el
pueblo. Los únicos que lo defienden son a los que mantiene, y hasta eso, con
sus respectivas excepciones. Seamos sinceros.
Es tanto el bullying y la
inconformidad de la gente, que tiene que protegerse con policías las 24 horas
afuera de su casa y con guardaespaldas. Se vio en la necesidad de caminar en la
entrada de velas y flores en honor a San Caralampio, resguardado por un puñito
de policías, por el temor de que lo “justanearan” o que los presidentes de
barrio le jalaran las orejas y lo regañaran frente a sus amiguitos.
¿Y todo para qué?
Para que las personas
detrás de él puedan realizar “sigilosamente” un robo tan descarado que hasta
parece parte de una broma de pésimo gusto o una venganza para el pueblo que
confío, en primera, en un movimiento político que vendría a revolucionar al
país y, en segunda, en una familia de una prosapia intachable.
Para que sus trabajadores
se pavoneen en las calles, ahora ya con zapatitos nuevos y gel en el pelo, o
presuman de sus viajes en redes sociales.
Para que amigos cobren
más de una nómina, salgan beneficiados con apoyos federales o puedan comer
sushi a diario.
Para que sus flamantes
funcionarios se escuden echándole la culpa de todo con frases como “es que
nunca lo veo”, “es que no me puede dar una respuesta”, “es que está en muchas
vueltas y se le olvidan los temas”, “es que se la vive en Tuxtla”. Mientras
ellos quedan como mártires y él como el más ‘totosón’ de todos.
Gana lo que se merece
No cabe duda que Emmanuel
Cordero tiene un hígado de acero, es capaz de aguantar las tropelías más
absurdas con tal de que sus compas y aquellos que dizque lo aconsejan y lo
regulan puedan pasársela bien, bien chingón, allí en lo oscurito. De incógnito,
que le dicen.
Pensándolo bien, Emmanuel
gana lo que se merece, y se lo gana a pulso. No es para menos. Convertirse en
el blanco de las pifias y burlas de toda una ciudad y de algunas esferas
estatales, debe tener un muy buen costo, una cantidad de ceros bastante
protuberante. Ni hablar, así la vida.
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