martes, 10 de abril de 2018

Cita con el diablo


*Lo que conlleva la desesperación de ser pobre, al mismo tiempo pedir a quien no se debe
Por Felix J. Lopez R.
Era Salomón Jiménez de Uribe lo que se llama un ser infeliz; se decía vecino de Chilpancingo, pero en ocasiones aseguraba haber nacido en Mochitlan o Tepechicotlan, de acuerdo a su conveniencia. Estaba en la más ruin de las miserias, llorando en la soledad su terrible desgracia.
Negocio emprendido por él resultaba un rotundo fracaso; la suerte le salía adversa en todo, luchando siempre por obtener algo para salir de su terrible pobreza.
Una noche acompañado por un famélico can que era todo su patrimonio, empezó a crear algún plan para salir por siempre de esa pobreza insultante.
Ya aclaraba el día anunciado el 6 de agosto del año del señor de 1700, cuando se le vino a la cabeza una idea brillantísima, entregaría su alma al diablo por espacio de 10 años si este le otorgaba riquezas y placeres. Pero… ¿en dónde encontraría a ese personaje? Salomón había escuchado que Satanás habitaba en los parajes más solitarios y obscuros. Así que una noche llena de lluvias y truenos que provocaban temores, se encamino rumbo a la cañada de Tepechicotlan, entonces un solitario camino de herradura. Al llegar a la mitad empezó a gritar desafortunadamente invocando la presencia de Luzbel, amo de las tinieblas.
La lluvia seguía cayendo en forma torrencial, los rayos y los truenos se hacían más frecuentes. Al cabo de unos 10 minutos sin saber en dónde, se le presento un hombre a caballo, bien vestido, de modales finos, bigote y barba bien recortada. A pesar del lodazal provocado por la tormenta su calzado estaba lustroso e impecable sus demás prendas. Sin salir de su estupor Salomón contesto con voz entrecortada al saludo ofrecido. Hablaron de lo tétrico de la noche coincidiendo en asegurar que la tormenta no tendría fin por la presencia de los rayos y truenos.
El desconocido le preguntó que hacia allí a deshoras de la noche, dándole seguridades que si podría ayudarle en algo estaba a su disposición. Entonces Salomón le contó sus angustias exagerándolas para hacerse el digno de lastima; le confió ser tal su desesperación, estando dispuesto a entregarle su alma al diablo si por termino de diez años le otorgaba riquezas y placeres sin límites. Estas frente a él, atajo el figurín haciendo una reverencia; lo pedido te será concedido, aseguro. Un rayo ilumino por breve instante el lugar, descargando su furia eléctrica contra un frondoso árbol de amate el cual quedo partido por la mitad, así quedó sellado su compromiso.
De pronto sin conocerse el pacto tenido con el diablo, la gente miro como de la noche la mañana la suerte de Salomón cambio; ahora todos sus negocios le salían jugoso. Si compraba maíz el precio se le multiplicaba por que las cosecha era mala y el grano escaseaba, si apostaba en los naipes tan adicto, era el triunfador. En fin todo le resultaba a pedir de boca.
Su casa antes humilde resultaba hoy ostentosa. Tenía muebles de excelente calidad; el piso había alfombras persas, tapetes de cachemira y gobelinos de Nubia. En las vajillas relucía la plata de Taxco y Guanajuato. En las relucientes vitrinas llamaba la atención hermosas figuras de porcelana China y yadro. En la pared contigua a la cabecera de la bien pulida mesa, en donde se servían sabrosas viandas sin que se volviese a repetir el mismo platillo por menos de un mes, estaba un cuadro con el título mobiliario del propietario de la finca, por que don Salomón, ahora así le llamaba todo el mundo, había adquirido uno conociéndosele como marques de Montealegre.
En su comedor día con día había invitados; las mujeres más bellas de la región las tenía como huéspedes, aparte de lo más pudientes caballeros de la comarca. En su aspecto personal no descuidaba detalles; traía puesto ropajes de finas telas, contando con sastres exclusivos. En lo referente al calzado también se lo hacían especial. Siempre olía a limpio porque los mejores perfumes tenían en el tocador. Salomón se daba la buena vida porque dinero le sobraba.
Los años fueron pasando rápidamente y el ricachón ni cuenta se daba por las continuas orgias, no teniendo si quiera un minuto de su tiempo para pensar en la hora de su muerte tan cercana.
Cierta noche al quedar vacía su casa después de haber ofrecido una recepción, el vejete quiso quedarse solo ordenando a la servidumbre se retirara, entonces se le apareció el diablo advirtiendo haber llegado la fecha de hacerlo suyo. Los diez años del pacto habían pasado. Con llanto como un niño el derrochador marques pidió a su visitante una ampliación del término, pero nada consiguió, no hubo clemencia ni prorroga. Empezó a beber sin control dos botellas de añejo de coñac. Hecho un loco se dirigió a su cuadra caballar ensillando un magnifico ejemplar, dirigiéndose a la cañada.
Al llegar a la mitad de ella detuvo el caballo bruscamente, ahora a diferencia de diez años atrás estaba distinto, había en el cielo luna llena y el aire corría fresco, por la claridad reinante pudo distinguir el añoso amate partido en dos incendiándose posteriormente.
A la mente se le vino de golpe todo un mundo de recuerdos, su pobreza ingrata y su mala suerte en los negocios. Con decisión le dijo a la luzbel estar dispuesto a cumplir su compromiso. De pronto el cielo limpio empezó a cerrarse con negras nubes; la luna envuelta en ellas. Un repentino haz de luz ilumino todo, luego vino un sonoro y largo trueno.
Como salido de una enorme roca una figura empezó a caminar con lentitud; venía acompañado de un fiero perro por cuyo hocico salía lumbre. Con terror don Salomón sintió como la vida se le iba saliendo del cuerpo, quedando al poco rato tirado en el piso, el hilo de la vida se le había truncado, así su existencia quedo bruscamente cortada. El caballo estuvo un momento paralizado, pero los feroces ladridos del can emprendió veloz huida con rumbo desconocido.
Una carcajada al parecer provenida del mismísimo infierno se escuchó a lo largo y ancho del lugar de lo más alto del cerro, cientos de piedras se desprendieron en alud quedando a la mitad del rio cristalino. El aire empezó a enrarecerse hasta quedar el ambiente putrefacto con penetrante olor a azufre.
Al día siguiente numerosos viajeros pudieron reconocer el cuerpo sin vida de don Salomón Jiménez de Uribe marques de Montealegre. Manos caritativas le dieron posteriormente cristiana sepultura en el rustico cementerio de Tepechicotlan.
Más de una persona que a media noche transita por la cañada a esa hora solitaria, jura por la cruz haber visto en pena a ese hombre que cambio su vida por riquezas y lujos. Allá en lo alto de la peña quien así lo deseé, puede ver claramente en la roca una figura semejante a la del diablo de esta leyenda.
Hoy en día Tepechicotlan sigue siendo un pueblo apacible con ingenio azucarero disfuncional, cascaron que nos habla de sus días de grandeza ya idos.
En las pasadas centurias se extendía entre el cerro de Bezděz y el pueblo de Světlá, en Bohemia del Norte, una muralla natural de basalto de 28 kilómetros de largo que en algunos tramos alcanzaba hasta 20 metros de alto. El pueblo atribuía el origen de la portentosa muralla a la intervención de las fuerzas sobrenaturales. 
Hace muchísimos años un campesino de una aldea cercana cerró un trato con el demonio: si el diablo lograse edificar en una sola noche un muro que se extendiera desde el monte de Ještěd, al norte, hasta el cerro de Bezděz, al sur, ganaría el alma del hombre. Y en caso de no conseguirlo, el diablo tendría que retirarse de la región. 
El demonio puso manos a la obra y el muro crecía vertiginosamente. El campesino contemplaba sobrecogido como la construcción avanzaba, pensando que estaba perdido. Ya se imaginaba cómo ardía en el fuego infernal.
Faltaba todavía mucho para el amanecer cuando el demonio voló al monte de Jested para la última carga de piedra. El campesino, sumido en una profunda ansiedad, tuvo una salvadora idea. 
El hombre imitó el cantar del gallo. El demonio pensó que había llegado el amanecer y arrojó rabioso a la tierra el contenido de la última cesta con piedra. Así surgió un cerro cerca del monte de Ještěd. El diablo dejó inacabado el muro de basalto y se marchó para siempre de la región. 
En realidad, el Muro del Diablo es una formación geológica de la Era Terciaria que tiene su origen en un brote del magma incandescente que se solidificó. Hasta la actualidad se han conservado sólo algunos tramos que se alzan en un paraje solitario. 
El más enigmático de los ocho lagos de la sierra de Šumava, situada en el sudoeste de Bohemia, es el Lago del Diablo. Según las leyendas es un mundo misterioso, habitado por seres extraños. Cierren los ojos, amigos, e imagínense uno de ellos. 
En la orilla del lago se aparece un hombrecito con cara de anciano, pero del tamaño de un niño de tres años. Mira alrededor de si y después escudriña algo entre las piedras y en las malezas. Solloza de manera desgarradora porque un espíritu maligno le había raptado a su mujer amada y el hombrecito la está buscando. 
Una leyenda explica el origen del nombre del lago: El diablo quería llevarse al infierno a una muchacha. La arrastró, dejando a su paso una profunda zanja. Pero la chica le había atado previamente al rabo una piedra, cosa que resultaría fatal para el demonio. 
La zanja empezó a llenarse de agua, haciéndose cada vez más grande. El demonio, que tenía la piedra atada al rabo, no pudo huir y acabó por ahogarse en el fondo del lago recién creado que se llamaría en lo adelante el Lago del Diablo. 
Otro intento frustrado del diablo de hacer daño al hombre tuvo lugar, según narra una leyenda, en Bohemia del Sur. Cerca del monasterio de Vyssí Brod se levanta sobre el río Moldava un paredón rocoso, denominado “Paredón del Diablo”. 
El poderoso noble Petr Vok buscaba un día un vado para cruzar el río Moldava. Iba montado en un caballo y en cierto momento el animal resbaló y la veloz corriente arrastró al caballo y al jinete. No había nadie que les pudiera ayudar y el noble ya encomendaba su alma a Dios.
En el último momento el caballo encontró fondo y a duras penas salió del cauce. Petr Vok decidió edificar en el lugar, en señal de su agradecimiento, un monasterio, y sin demora se puso a cumplir su promesa... 
...cosa que desagradó a los demonios que se habían establecido en la región. El más experimentado de ellos propuso construir un dique y represar el mayor volumen del agua posible. Después los demonios romperían el dique y las impetuosas aguas se llevarían el monasterio y la iglesia.
En la misma noche los demonios empezaron a acarrear piedras para la construcción del dique. Parecía que ya nada podía salvar el monasterio porque faltaban todavía varias horas para el amanecer cuando los demonios perderían su poder. 
Sin embargo, en un pueblo cercano se despertó casualmente un gallo y como estaba despistado cantó.
Fue la señal de que empezaba a amanecer y de que a los demonios se les había agotado el tiempo para la edificación del dique. Enfurecidos abandonaron la obra y el dique inacabado se derrumbó. El agua en el cauce del Moldava subió un poco, pero sin hacer daño al monasterio.
La leyenda sirvió de libreto a la octava ópera de Federico Smetana “Čertova stěna” - “El Paredón del Diablo”.
Entre las formaciones rocosas de Hrubá Skála, en la pintoresca región del Paraíso Checo, destaca la llamada Mano del Diablo. Una leyenda explica su nombre así: 
El campesino Bárta ganaba difícilmente el sustento para él y para su mujer. Para no morirse de frío en invierno solía ir a buscar ramas entre las rocas. Una vez se sentó afligido en el laberinto rocoso, cavilando sobre su miserable suerte. De repente surgió delante de él un desconocido, vestido de cazador, con una tupida barba negra y llameantes ojos oscuros. Dijo al campesino: 
“Te ofrezco un negocio. Me darás lo que tienes en tu casa y no sabes de ello, y yo te ayudaré a salir de la miseria”.
El campesino aceptó la transacción porque le parecía ventajosa. El forastero le dio un saco lleno de hojas ordenándole abrirlo cuando llegue a su hogar. Y añadió: “De aquí a 24 años vendré para buscar lo que me has prometido”.
Bárta abrió el saco en el umbral de su choza y por el suelo rodaron monedas de oro. Pensó que había cerrado el trato con el mismo diablo.
Y cuando oyó el llanto de su hijo que había nacido en su ausencia, comprendió que había prometido entregar al diablo a su vástago.
Con el oro facilitado por el diablo la familia de Bárta vivía en abundancia. El hijo Jorge estudiaba en Praga para sacerdote. Un día Bárta no aguantó más y confió a su esposa y a su hijo el terrible secreto sobre el origen de la prosperidad. El hijo meditó un poco y después dijo:
 “El momento crítico será el próximo domingo cuando yo oficie en la capilla del castillo de Valdštejn mi primera misa. Si lo consigo hacer antes de las nueve de la mañana, el diablo ya no tendrá poder sobre mí”.
En la misa el joven sacerdote acababa de decir “amén” cuando llegó volando el demonio. Al darse cuenta de que había llegado tarde, se enfureció y desencadenó una tormenta.
De las rocas se oyó un ensordecedor rugido. Era el demonio que se agarró a una torre de roca, dejando en la piedra la impresión de los dedos de una mano: la Mano del Diablo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario