lunes, 25 de septiembre de 2017

Crónica de tres décadas

Por Alberto Azcarate
Un poco más de tres décadas han pasado desde que un movimiento telúrico sacudió la ciudad de México, recuerdo que iba yo de camino a la escuela mi recorrido era de… mas o menos periférico y ejército nacional, en ese lugar se encuentran las oficinas de la fuerza aérea mexicana, la secretaria de la defensa nacional, el hospital militar, solo por mencionar algunas y lo hago para tener un punto de referencia, y nuestro era la delegación de Cuajimalpa. Manejando en esos años era una distancia de… no recuerdo ni la distancia era yo muy joven, yo ni manejaba.
         Íbamos en la carretera de Toluca y no sentimos el sismo. Tenía yo 13 años y vivía uno de los capítulos más amargo de mi vida cuando tuve oportunidad de ver las imágenes que los sistemas informativos transmitían. Parecía imágenes de una película de guerra moderna. En nuestro país no estábamos preparados para na tragedia de esta índole.
         Cuando uno tiene 13 años quiere aprender lo que es la solidaridad y te sale la casta de querer ser héroe sin capa. Quieres ayudar, quieres rescatar, quieres hacer por la gente que sabes que perdió sus pertenencias y que tu no las perdiste. Quieres AYUDAR.
         Recuerdo que me Sali de la casa y me fui caminando a la cruz roja de Polanco que esta muy cerca de donde yo vivía. Y estuve preguntando a quien se dejara en que podía ayudar. Las ambulancias no dejaban de sonar sus sirenas. No se daban abasto los automotores de ese nosocomio y de algunos otros como las del ahora conocido como el ERUM por mencionar solo algunos.
         Cuando llego con el despachador de radio de las ambulancias de la cruz roja le pregunte:
         -¿Señor en que puedo ayudar?
         Respondió a mi pregunta con un grito y al pasar los años nunca he olvidado en nombre:
         ¡Ramón!
         Llego otra persona con traje de socorrista que no sobrepasaba los 16 años.
         Dígame Don Cesar.
         Llévate a este a joven a donde se habilito para la llegada de viveres, dale un chaleco y que se ponga con ustedes a preparar despensas, botiquines y luego se van a la cocina.
         Por un momento creí que nos iban a invitar un lunch, pero no, las actividades que en la cocina de la cruz roja se realizaban era preparar tortas para llevar al centro de la ciudad de México.
         Las historias que allí se escuchaban eras aterradoras no se cuanta de ellas hayan sido reales. No había redes sociales como en la actualidad. Pero se hacía lo que se podía.
         32 años después se vuelve a vivir lo mismo, el mismo día, la tierra se sacude, pero hora vivo en Chilpancingo y la distancia me hace sentir triste. Marisol mi hermana vía watsapp me mantiene informado de cómo una vez más las familias quedan cuarteadas. En la colonia del valle hay niños atrapados en un colegio. En viaducto rio de la piedad y la calle matamoros hay un edificio colapsado. En las redes sociales se transmitió el cómo se derrumbaba un edificio. Y me hace sentir triste.
         El gobierno debe voltear con un poco más de atención para invertir un poquito, solo un poquito más en cultura de protección civil. Vivimos en una zona de  alto riesgo sísmico y de huracanes. No digo que una vez que se ahoga el niño tapemos el pozo, pero si PROTECCION CIVIL al menos del estado de guerrero (no puedo opinar por otras entidades, no vivo allá, vivo en Chilpancingo) debería de tener más platicas en escuelas la prevención empieza de desde casa y escuela.
          Es gratificante ver que por medio de las redes sociales la gente se solidarizó y desde temprana hora comenzaron  a pedir víveres, medicamentos y demás cosas.
         Pero me siento ORGULLOSO de los mexicanos que me permiten ver vía redes sociales como ayudar sin esperar nada a cambio. El mexicano aún tiene su espíritu de solidaridad. Hoy dejara marca en nuestro recuerdo.

         Pero el mexicano siempre sabe cuándo, y es en momentos muy atinados, sacar la casta y el apoyo.

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