*Juegan a
ser secuestradores, asesinos, halcones o traficantes de órganos
*No
existe una estrategia institucional para prevenir el problema
Por Verónica
Castrejón Román
Acapulco,
Gro.- Los
juegos en el patio de recreo de las escuelas de la zona suburbana de Acapulco
se llenan con las voces de los niños que ahora juegan a ser sicarios, halcones,
secuestradores y hasta traficantes de órganos, sin percatarse que sobre ellos
se cierne un futuro oscuro, desalentador y cada vez más violento.
Así lo hizo ver el psiquiatra José Ramón Comas
Viñas, integrante de la Asociación Mexicana de Psiquiatría, quien explicó que
la cotidianidad en que ha crecido la espiral de la violencia en el puerto,
afecta la salud mental de la población que vive con miedo y preocupación, y
propicia depresión, ira y más violencia social.
En entrevista, el especialista dijo que el panorama
es terrible, ya que no existe en la entidad un sistema de educación para la
salud que apoye a los padres de familia, pese a que la violencia intrafamiliar
se ha disparado, y muchos de los niños acapulqueños la sufren todos los días,
“sobre todo los que viven en condiciones precarias, en las colonias populares
del puerto, en las que la violencia de las calles se suma a la que viven en sus
hogares”.
En ese sentido, maestros y maestras que permanecen
en paro laboral desde hace tres meses, en demanda de seguridad para sus vidas y
para sus escuelas, externaron su preocupación porque los niños y adolescentes
que cursan el jardín de niños, la primaria y la secundaria en las colonias
suburbanas de Acapulco y en la zona rural de este municipio, están expuestos a
factores de riesgo, “no sólo viven la agresión física directa, sino que son
testigos de actos criminales o de mucha violencia, en sus casas y en las
calles”.
La exposición a la violencia ya es tema de salud
pública en el ámbito nacional; el año pasado, en rueda de prensa concedida a
diferentes medios de comunicación, La directora del Instituto Nacional de
Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, María Elena Medina Mora, informó que en
todo el país, han aumentado de forma considerable, las enfermedades mentales y
emocionales en niños y adolescentes, debido a la violencia social, la violencia
escolar (bullying) y el miedo.
Acompañada en el acto por el investigador de ese
instituto, Francisco de la Peña Olvera, Medina Mora recalcó que de acuerdo con
estudios de seguimiento que llevan a cabo, la ansiedad y la depresión se han
disparado en México, en más de 50 por ciento, lo que sumado a factores
genéticos podría conducir a un incremento en los casos de tendencias suicidas,
en los que la exposición a la violencia será un elemento determinante.
¿A qué
juegan los niños en la escuela?
Los niños que hoy en día cursan la educación básica
en Acapulco, sólo conocen un mundo de crueldad y de violencia, pues justo el
año en que nacieron, se desató en este puerto la ola negra de inseguridad que
mantiene en vilo a la sociedad porteña y que amenaza la salud mental y el
futuro de toda esta generación de niños y adolescentes.
“Son niños que no han aprendido otra forma de
relacionarse, más que la violencia”, comentó una psicóloga escolar que pidió no
se revelara su nombre, como estrategia de seguridad, pues participa en el
plantón ante las oficinas de la Delegación de Servicios Educativos de Acapulco,
a sólo una cuadra de la Costera.
“Por eso, no nos extrañamos de la forma en cómo han
cambiado sus juegos –contó otra de las maestras paristas-: Llegué temprano a la
escuela el otro día, y me encontré con que, a la fuerza, tres niños tenían
acostado y sin camisa a otro de sus compañeritos. Uno de ellos, con un pedazo
de lata oxidada le estaba haciendo unas cortadas en el pecho, y no le importaba
que el chamaco gritara de dolor…”
Estaban jugando al tráfico de órganos, dijo, y le
estaban sacando el corazón.
Una educadora que estaba a su lado, agregó: “En la escuela le juegan al secuestro, y una vez, nos topamos con el caso de un niño que no permitía salir a recreo a varios de sus compañeros, si no le pagaban una cuota”.
Una educadora que estaba a su lado, agregó: “En la escuela le juegan al secuestro, y una vez, nos topamos con el caso de un niño que no permitía salir a recreo a varios de sus compañeros, si no le pagaban una cuota”.
Sudoroso, bajo el sol del mediodía, otro de los
maestros en paro, comentó que los niños de colonias como la Zapata y
Renacimiento, son testigos frecuentes de balaceras o de cuerpos tirados en la
calle, después de una ejecución.
“Desde luego que eso ha transformado sus juegos;
juegan a las balaceras, a la halconeada, a los narcos”, dijo.
Añadió que el ambiente de terror que se vive en las
escuelas de las colonias populares de la periferia de Acapulco “se verá
reflejado en su aprendizaje, por eso tratamos de hacer lo que nos corresponde,
pero nos falta capacitación. Esta violencia repercute al 100 por ciento no sólo
en los maestros que tenemos miedo -¡claro que lo tenemos!- sino también en los
niños, en su rendimiento escolar, porque escuchan detonaciones en área donde
laboramos, y ellos se tiran al suelo, y nos dicen: ¡ya viene los malos, van a
entrar!”.
Y agregó:
“Las balaceras en esos lugares de dan dos o tres veces por semana”.
Preocupado, el docente deja a un lado el micrófono
con el que arenga a sus compañeros que marcharon junto con él hasta las puertas
del edificio que alberga las oficinas de la Policía Federal, en donde, de nueva
cuenta, se discutió, el martes 13 de enero la estrategia a seguir para brindar
seguridad a los maestros de más de 100 escuelas que están siendo acosados por
el crimen organizado, en demanda de cuotas por “pago de piso” que alcanzan, de
manera permanente, la mitad de su salario y la mitad de su aguinaldo.
“Hoy nos toca enfrentar un mundo de otras opciones,
dijo, y es lógico que cuando atendemos niños, atendemos de los buenos y de los
malos; pero el trabajo es por y para todos; buscamos el bien de todos. Es la
labor educativa; es trabajar con todos. Por desgracia su situación es real:
Viven en medio de la violencia, y nosotros buscamos muchas formas, estrategias
para emplear porque a muchos de ellos les damos atención educativa y
psicológica especial, porque la necesitan; nos damos cuenta”.
Por si fuera poco, agregó: “llegan a la escuela con
la noticia de número de muertos y balaceras, día con día. Sus comentarios son
aterradores y testimonios y situaciones que ellos platican como forma de que
sólo se ven en películas; por ejemplo un caso concreto que impactó directamente
a uno de nuestros alumnos, es un problema muy fuerte, porque enfrente de él, le
quietaron la vida a su padre. Lo mandamos a un programa especial de atención
psicológica en Chilpancingo por medio del DIF, y a Escuela Segura. Se le
atendió con atención permanente con psicóloga y trabajadora social. Las niñas y
los niños viven igual la violencia. Y lo más espeluznante: ellos ya crecieron
con estos temas y se están habituando a la violencia”.
“Algunos ya lo ven natural, como cotidiano; es
terrible porque van creciendo y no debemos permitir que lo vean como normal.
¿Cómo todo ello no se va a ver reflejado en su lenguaje y en sus juegos?”-se
pregunta.
Las
estrategias
EL Sistema Nacional de Seguridad Pública reveló que
en 2013 y 2014, Guerrero y Acapulco ocuparon los primeros lugares, a nivel
nacional, en índices delictivos, en cuanto a homicidio doloso, secuestro,
violación, lesión, robo con violencia y extorsión.
Así las
cosas, la violencia y la criminalidad son el pan de todos los días.
Las Secretaría de Educación, a través del Programa
Escuela Segura (PES) brinda atención psicológica especializada a 500 escuelas
ubicadas en los polígonos delincuenciales definidos por la Secretaría de
Seguridad Pública: Renacimiento, Zapata, Colonia Progreso y Petaquillas, más
otros centros escolares que aun no encontrándose dentro de las áreas señaladas
como de mayor criminalidad, soliciten sus servicios.
Sin embargo, de acuerdo con una encuesta realizada
entre los docentes afectados por la delincuencia organizada, no es suficiente.
La iglesia católica lleva a cabo también, en la
periferia del puerto, concretamente en la colonia Zapata, el proyecto
denominado Escuelas de Paz para Niños y Adolescentes, con el cual, a través de
una pedagogía participativa, se busca la construcción de la paz desde la
familia, “pues es ahí en donde hace falta el fomento de valores en los niños y
jovencitos; pero sobre todo, lo que hace falta en esos hogares es el cariño;
faltan las muestras de amor y el diálogo entre padres e hijos”, informó el
titular de la Parroquia del Perpetuo Socorro, Rafael Barajas Solorio, quien
señaló que es muy urgente la atención de los adolescentes, pues es el sector
que más sufre los embates de la delincuencia, ya que son atacados o cooptados
por ella, ante la falta de oportunidades de estudio o de trabajo.
Los maestros y los psicólogos escolares
entrevistados para este trabajo, sostienen que es urgente la participación de
los padres de familia para detener y aminorar el problema de criminalidad que
se avizora si no se actúa a tiempo.
A esa tarea se ha sumado también, aunque
tímidamente, la Secretaría de Salud, en donde se lleva a cabo, apenas en estas
fechas, un diagnóstico sobre la salud mental de los guerrerenses; y aunque
carece de estadísticas sobre depresión y suicidios, instaló ya la primera
Clínica de Salud Emocional en la ciudad de Chilpancingo, ante el alza en la
consulta de segundo nivel de niños y adolescentes con depresión y tendencias
suicidas, informó la Coordinadora Sectorial e Institucional de la Secretaría de
Salud Guerrero, Claudia Ivette López Villanueva.
En Guerrero el problema no es la tasa de suicidios,
en la que el estado ocupa el último lugar a nivel nacional, comentó el
psiquiatra José Ramón Comas Viñas; pero advirtió que en los lugares en donde se
está expuesto a la agresión y a la violencia cotidianamente, lo que se genera
es una sociedad más violenta.
Y en Acapulco, todos los niños y adolescentes que
cursan hoy la educación básica, desde que nacieron viven inmersos en una
espiral de normalización de ese fenómeno.
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