Noé
Ibáñez Martínez
In memoriam de Othón
Salazar (1924-2008)
VI
Aniversario Luctuoso
El
legendario líder Othón Salazar fundó en 1957 el Movimiento Revolucionario del
Magisterio (MRM), antecedente directo de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE). Por la actual movilización de los
maestros, normalistas y familiares de los estudiantes asesinados y
desaparecidos en Iguala el pasado 26 de septiembre, es pertinente recordar
algunas ideas desde la visión de Salazar de lo que debería ser un maestro.
En
los últimos años de su vida, se dedicó a reorganizar el MRM, ya que sostenía
que los principios revolucionarios de la CNTE se habían desvirtuado, por ello,
era necesario recuperar la ideología revolucionaria que todo maestro debería de
poseer.
Othón
creía que ningún proceso revolucionario sería posible sin el papel fundamental
del maestro, pero también es difícil que ese papel se cumpla si el maestro no
cuenta con un proyecto ideológico que sirva como instrumento político para
concientizar, democratizar y organizar a la sociedad.
Aquí
radica que la CNTE y la CETEG hayan perdido el potencial revolucionario. Hace
falta claridad teórica y que la conciencia del maestro se encuentre vacía de
ideales trascendentes. El magisterio de izquierda apenas si existe. El maestro
poco a poco se fue burocratizando, el espíritu individualista se apoderó de su
mente, abandonó su papel activo en la historia de la lucha de los oprimidos y
de la lucha por la creación de una nueva sociedad. En general, el maestro dejó
el campo de la militancia revolucionaria.
Othón
creyó en la formación de lo que él denominó “Un nuevo tipo de maestro”, capaz
de sentar las bases de una cultura que sirva para formar hombres cabales y libres.
Consciente de que encarna un potencial ideológico como ninguna otra profesión.
Que
el maestro comprenda que su responsabilidad consiste en clarificar la esencia
de las cosas, la verdad de los hechos; ayudar a las masas a que tomen
conciencia de su situación, de sus derechos y obligaciones. Por ello, debe
tener claridad ideológica e histórica. Que no rebaje el contenido de su papel
de un triste conformador y justificador del orden social opresivo, sino jugar
un papel democrático y crítico dentro y fuera del aula.
La
función de todo proceso revolucionario es educar. Por eso, ser maestro no es
solo un medio para ganarse la vida, sino la forma de cumplir un deber social,
es decir, ser maestro es cumplir una misión con el hombre.
No
se olvide también que Othón Salazar fue normalista. Estudió en Ayotzinapa y
Oaxtepec, Morelos. Luego se graduó en la Escuela Nacional de Maestros.
“Othón
era antes que nada normalista, un heredero de los maestros que, desorejados por
los cristeros, seguían resistiendo, trabajando y sacrificándose por los que
menos tienen”, recordaba Guillermo Ramírez, ex director de la Facultad de
Economía de la UNAM y codirector del Fondo de Cultura Económica.
Ramírez
no quitaba el dedo del renglón: “Antes que otra cosa Othón era un normalista, y
eso hay que subrayarlo, porque ahora se ignora qué es el normalismo: el deseo
de un individuo de transmitir conocimiento sin preguntarse cuánto va a ganar”.
“No concibo un revolucionario que arrastre la cobija
tras el capital”.
Como
cada año, ayer se realizó un pequeño acto cívico como homenaje a Othón Salazar
en su tumba, en Alcozauca. Asistieron familiares, amigos y compañeros del
profesor tanto del MRM como del desaparecido Partido Comunista, entre ellos,
Félix Bautista Matías, ex guerrillero del Partido de los Pobres.
Cada
uno de ellos dedicó algunas palabras a la memoria de Othón, ante el olvido
gubernamental e incluso por sus ex compañeros militantes del Partido Revolución
Democrática (PRD), al que renunció en 1998, cuando auguró que el partido perdió
el rumbo, que cada vez se parecía más al PRI, pero “solo vestido de amarillo”.
En su renuncia dijo: “Como el PRD no es un partido de izquierda, prefiero
quedarme silbando en la loma a dejar de luchar por mis ideales”.
Por
su pensamiento, Othón siempre fue perseguido, criticado, vivió y murió en la
pobreza. Se le señaló por su apego al marxismo-leninismo, lo que parecía a la
“nueva izquierda” obsoleto y fuera de las nuevas luchas sociales. Los nuevos
izquierdistas se burlaron de su radicalismo y de su idealismo a ultranza. Su
oratoria fue motivo de burla y escarnio. Su fe en la educación como instrumento
para lograr cambios en la sociedad fue rebatida. Pero ¿cuál es el legado de
Othón Salazar al magisterio, a los jóvenes, a México?
Othón
Salazar fue poseedor y portador de virtudes y valores que hoy son raros de
encontrar en cualquier líder y activista social. Fue fiel al normalismo.
Siempre fue honrado, nunca probó las mieles de las canonjías, prevendas y
cuotas, ni se dejó comprar. Fue honesto y fiel a sus convicciones
revolucionarias. Su lealtad a los movimientos que encabezó fue permanente.
Siempre expresó lo que pensaba y creía, no calló por conveniencias o miedo.
En
estos momentos en que se libra una lucha del magisterio que cubre un espectro
de peticiones que van desde la calidad de la educación hasta las mejorías
económicas, pasando por la democratización de las organizaciones sindicales,
ojalá el ejemplo de Othón Salazar como revolucionario en la lucha magisterial y
social se conozca y sea retomada por jóvenes, maestros y cualquier mexicano.
Othón
siempre fue crítico a la situación actual en que se encuentra la educación en
México. “La escuela como está anda mal, arrinconada, reducida meramente a
formar productores y consumidores y nosotros los maestros buscamos que la
escuela forme también buenos ciudadanos que le respondan a este país, a nuestro
pueblo”, decía.
El
propio Jaime Torres Bodet, entonces secretario de Educación, se refería así a
los maestros del MRM: “Nunca me habían rodeado tantas chamarras sucias, tantas
camisas huérfanas de corbata, tantas uñas luctuosas y tantas melenas que
parecían, por despeinadas, simbolizar las ideas de quienes las agitaban
garbosamente…”.
El
también ya fallecido escritor Carlos Monsiváis fue fiel admirador de la tenacidad
de Othón desde que lo conoció, en los patios de la Secretaría de Educación
Pública en abril de 1958. Entonces Othón Salazar hablaba de la muerte: “No
tengamos miedo a la muerte… Que las nuevas generaciones de maestros nos
recuerden con todos nuestros defectos, pero también recuerden que hicimos que
nuestras vidas estuvieran inscritas a ideales nobles, inspirados en el bien de
nuestros semejantes”.
A
los 84 años de edad, en la cama de su casa en una humilde colonia de Tlapa,
murió el normalista Othón Salazar. Murió pobre y terco. Y es también muy
probable que haya muerto como vivió: sin miedo.
En
una ocasión le dijo a sus compañeros veteranos del Movimiento Revolucionario
del Magisterio (MRM): “No tengamos miedo a la muerte. Como decía uno de mis
maestros, ‘para qué tenerle miedo, si cuando ella llega nosotros ya nos
fuimos’”.
hist23@gmail.com
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