(AntonioMartínez Belchí)
Queridos
conciudadanos:
Soy una de esas personas no vacunadas que en los últimos días estamos empezando a sentir no ya sólo la presión, sino la franca hostilidad, colindante con actitudes agresivas y dictatoriales, de la mayoría social de vacunados existente actualmente en España. Y como creo que un poco de reflexión serena siempre constituye una aportación positiva en cualquier situación, he decidido escribiros la presente carta.
En primer lugar, querría plantearme el porqué de vuestra hostilidad hacia nosotros. Ante una situación de supuesta emergencia sanitaria -que vosotros consideráis grave y real-, habéis decidido poneros lo que, sin serlo realmente, estamos llamando “vacunas”. Se supone que, así, os estáis protegiendo frente al virus Covid-19 (porque, si no, ¿para qué ponerse la vacuna?), aunque los mismos estamentos oficiales os dicen luego que podéis seguir transmitiendo ese virus. En cambio, los no vacunados hemos decidido no ponernos la inyección: en la inmensa mayoría de los casos, porque nos hemos informado exhaustivamente y desconfiamos de los efectos que producirán en el futuro las inyecciones de Pfizer y demás farmacéuticas (aparte de que ya estamos viendo los gravísimos efectos secundarios, silenciados por los grandes medios de comunicación). De esta manera, hemos renunciado a la supuesta “protección” que proporcionan las vacunas Covid-19. Ahora bien: esta renuncia, ¿en qué os perjudica a vosotros? ¿En qué sentido se supone -porque es lo que ahora suponéis- que los no vacunados somos peligrosos para los vacunados, y desde luego más peligrosos que los demás vacunados que os rodean, junto a los cuales no sentís ningún temor?
Si
se supone (y lo dicen los propios medios oficiales) que tanto vacunados como no
vacunados pueden “transmitir la enfermedad”, ¿por qué nos teméis más a
nosotros, los no vacunados? Y, además, en todo caso, ¿no se supone que estáis
protegidos, mediante la así llamada vacuna, contra los efectos más graves del
Covid-19? Si esto es así, ¿a qué tanto miedo? ¿Por qué tanta indignación contra
los que no confían en la “vacunación”?
Me parece que lo que pasa en la gran mayoría de los casos es que vosotros, mis queridos conciudadanos vacunados, simplemente no os habéis detenido a pensar serena y objetivamente sobre estas sencillas cuestiones. Hace tres meses, todavía en verano de 2021, la situación epidemiológica y vacunatoria era prácticamente la misma que ahora y, sin embargo, entonces no existía aún esta atmósfera actual, de presión y hostilidad crecientes hacia los que no se han puesto la vacuna. ¿Por qué este cambio? A mi modo de ver, la razón está en la manipulación apabullante a la que intentan someternos los grandes medios de comunicación, que han decidido -seguramente porque han recibido instrucciones al respecto- que ahora toca machacar el tema de la supuesta culpabilidad de los no vacunados en que la pandemia no termine de acabarse e incluso vuelva a coger fuerza. La inmensa mayoría de vacunados parecéis estar comprando este discurso, el cual, además, toca un resorte psicológico muy efectivo: en todas las sociedades, en todas las situaciones y respecto a todos los temas, la mayoría presiona a la minoría para que se adapte a los usos mayoritarios, en pos de una homogeneidad social percibida por el grupo como un bien indispensable. La mayoría sabe que tiene la fuerza y siente un secreto placer en ajustar cuentas con la minoría disidente que se resiste. Los ejemplos históricos de este proceder son innumerables: progromos, discriminaciones, persecuciones, medidas legislativas de presión, estigmatización, señalamiento público, creación de “ciudadanos de segunda categoría”. Sin embargo, creíamos que las sociedades “abiertas y plurales” del Occidente democrático estaban protegidas contra estas pulsiones autoritarias, que nos parecían propias de épocas pasadas y de otro tipo de regímenes. Ya estamos viendo (el ejemplo de Austria es el más sangrante) que esa protección era más teórica que real.
Francia,
Italia, Alemania, Austria, Green Pass… Países modernos, libres, democráticos,
supuestamente tolerantes, están adoptando medidas sin precedentes contra unos
ciudadanos -los no vacunados- que no hacen más que ejercer su elementalísimo
derecho a la autonomía personal. Con ello, además, y como ya hemos dicho, ¿en
qué os perjudicamos a los vacunados, que ya se supone que estáis protegidos?
¿Acaso los no vacunados “transmitimos más la enfermedad”, o transmitimos una
“variante más letal del virus”? Ni siquiera los propios medios oficiales se
atreven todavía a decir tal cosa, a propagar una falacia de tal categoría. Si
bien es cierto que, mintiendo, manipulando y tergiversando datos, os hacen
creer a los vacunados que “los culpables de que esta pesadilla del coronavirus
no se acabe son los recalcitrantes no vacunados”. Ahora bien: esa tesis, ¿en
qué datos reales y objetivos se apoya? Pues, clarísimamente, en absolutamente
ningunos. Muy por el contrario, nos llegan por doquier informes de hospitales
de toda Europa que admiten que sus casos graves de Covid en UCI son
actualmente, en su inmensa mayoría, pacientes que ya se vacunaron. Y, por otro
lado, tenemos el ejemplo paradigmático de Gibraltar, un territorio con
prácticamente el 100 % de su población vacunada y que está sufriendo en el
momento presente un número creciente de casos graves.
Siendo
todo esto así, ¿por qué tantos vacunados estáis actualmente convencidos de que
los no vacunados somos los “culpables de la situación”? ¿Por qué no lo
pensabais, o al menos no tan claramente, hace tres meses y ahora sí? ¿Qué
riguroso proceso de pensamiento os ha llevado a este cambio de postura y a
vuestra indignación actual? Honradamente, creo que ninguno en absoluto. Ha
bastado, por el contrario, con que, desde hace algunas semanas, los grandes
medios de comunicación hayan empezado a poner en el centro de su diana a los no
vacunados. Ha bastado, decimos, para poner en marcha unos mecanismos
emocionales enormemente primarios en una masa de vacunados entre quienes hay
también, desde luego, muchas personas cultas e inteligentes: cultas e
inteligentes, sí, pero no inmunes ni a sus propias reacciones de tipo tribal y
atávico ni a las poderosas y sofisticadas armas de las modernas técnicas de
manipulación.
Queridos conciudadanos vacunados: me gustaría que comprendierais que vosotros y nosotros no estamos en bandos distintos, sino en el mismo. Como ya muchos han señalado, estamos inmersos en una especie de Tercera Guerra Mundial: una guerra de nuevo cuño, que se desarrolla dentro de nuestras mentes y en la que las élites globalistas pretenden obtener un dominio absoluto sobre el conjunto de la población mundial, Sólo quien voluntariamente insista en cerrar los ojos no es capaz de ver que las élites que controlan el mundo por encima de los gobiernos han decidido dar un giro radical a la sociedad humana, con la fecha de 2030 marcada en rojo en su calendario. El Foro Económico Mundial de Klaus Schwab es el ejemplo más claro de tal propósito. Ellos han decidido que el viejo mundo de 2019 ya nunca va a volver. Y han diseñado para nosotros -para todos nosotros- un futuro en el que la libertad individual quedará absolutamente pulverizada: quieren integrarnos en una red digital mundial en la que mantener un margen de libertad individual frente al Sistema, como muchos hemos venido haciendo hasta ahora, ya no será posible. Por mucho que os suene a argumento de película de Netflix y a algo “que no puede darse en el mundo real”, todo esto que digo es así, y el propio Klaus Schwab lo ha reconocido abiertamente. Por favor, pensadlo bien: ¿acaso no os habría parecido en 2019 la idea de pretender “vacunar a los 8.000 millones de habitantes del planeta”, como dice Bill Gates que hay que hacer, también algo “propio de película de Netflix” y “que no puede suceder en el mundo real”?
Queridos
conciudadanos vacunados: sé que es muy duro reconocer que uno, a pesar de su
título universitario y su tal vez alto nivel cultural, ha sido groseramente
engañado por los gobiernos y medios en los que creía poder confiar (entre
nosotros, El País, El Mundo, Abc y tantos otros, para no quedarnos sólo en las
masas que se enganchan al Telediario de Telecinco después de haber visto
Sálvame). Como digo, es duro; pero también es necesario. Y, en realidad, no
resulta muy difícil. Sólo hace falta darse cuenta de que, como es de sobra
conocido, ni gobiernos ni medios son independientes respecto a los verdaderos
Amos del Mundo, que son quienes controlan el flujo mundial del dinero y el
sistema financiero internacional. Y, finalmente, hace falta también dejar de
lado nuestro orgullo y amor propio (“¿Cómo puedo haber sido tan pardillo?”), en
un doloroso pero sanador ejercicio de humildad.
No
pretendo daros lecciones de nada con esta pequeña carta, tal vez inútil, que ya
se acerca a su fin. Sólo quiero que veáis que nosotros, los no vacunados, no
somos vuestros enemigos, sino vuestros compañeros y aliados. Y también, desde
luego, que os están engañando miserablemente. ¿No os dijeron que “había que
alcanzar el 70% de población vacunada para lograr la inmunidad de rebaño”?
Pues, misteriosamente, ahora parece que hace falta, no se sabe por qué, el
100%. ¿Os dijeron acaso que vendrían una segunda, una tercera, seguramente una
cuarta dosis y las que aún estén por llegar? No, eso tampoco os lo dijeron. ¿Os
están diciendo ahora que existe una correlación clarísima, estadísticamente
evidente, entre progreso de la campaña de vacunación y un llamativo aumento de
la mortalidad? No, eso tampoco os lo dicen. ¿Cuánto más estáis dispuestos a
tragar, cuántas mentiras más estáis dispuestos a admitir?
Por
desgracia, sé que una parte de vosotros, los vacunados, ha elegido el camino de
la ignorancia voluntaria, el miedo y la obediencia a los poderes establecidos,
para “no tener problemas”, “poder viajar” y “que me dejen tranquilo”. Sin
embargo, otros muchos seguramente no estáis tan convencidos ni tan ciegos como
para negaros en redondo a revisar vuestra postura. Pensad que la élite
globalista sólo puede mantener su poder sobre nosotros en la medida en que les
creamos y les obedezcamos. Y, por cierto, ya que he mencionado a Austria: allí,
y pese a la brutal campaña pro-vacunación en curso, nada menos que un 35 % de
la población se está negando a vacunarse y, aunque apenas lo muestren los
grandes medios, inunda las calles del país con manifestaciones multitudinarias
en las que se corean emocionantes himnos patrióticos a la libertad.
Amigos
vacunados: los no vacunados no somos ningún tipo de peligro ni amenaza para
vosotros. Somos vuestros compañeros y aliados. No más inteligentes ni mejores
que vosotros. Si acaso, sólo un poco más tercos e inconformistas. Nuestros
verdaderos enemigos son ellos, la élite globalista de la familia Rothschild y
compañía. Aunque, desde otro punto de vista más esencial, ya sabemos que el
mayor enemigo de cada uno de nosotros es… él mismo. Porque cada uno de nosotros
tiene sus propios demonios interiores -y el peor de todos es el del orgullo-
contra los que luchar.
Compañeros,
amigos, hermanos: la élite oscura no puede nada si nosotros no le obedecemos ni
le rendimos pleitesía. En realidad, eso es lo que más temen: nuestra unión en
una gran fraternidad humana. Por eso emplean tantas energías en dividirnos
(Divide et impera). Y por eso es tan importante que comprendamos que la unión
amorosa entre los seres humanos -también entre vacunados y no vacunados- es el
instrumento más poderoso que existe para crear un nuevo mundo y para
transformar luminosamente la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario