*Si
me matarán, digan que me dirigía a mi trabajo con inocencia
“Envío
mis condolencias a la familia de…” con esas frases los gobiernos estatales e
incluso el gobierno federal dan por cerrado el asesinato de los periodistas en
México, de esta manera se van sumando más homenajes y palabras póstumas y,
claramente, más muertos.
Según
datos de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, México es –y por lo visto seguirá siendo–
el país más peligroso de América para ejercer la labor periodística. En lo que
va del sexenio del gobierno de Peña Nieto han muerto 45 periodistas asesinados
por ejercer su labor. Solo en marzo de este año han sido asesinados 3.
¿Qué
hace el gobierno?, enviar mensajes póstumos. ¿Realmente se investigan los
asesinatos o se quedan impunes?, si hiciéramos esa pregunta al ciudadano de a
pie nos diría, y sin datos certeros, que los asesinatos se quedan impunes
porque en México reina la impunidad. La gente lo sabe, no lo oculta, no lo
calla.
Vamos
rumbo a elecciones presidenciales, ¿hay algún partido que tenga en su agenda
los feminicidios en el Estado de México? –Durante la administración de Peña
Nieto como gobernador del Estado de México las cifras de feminicidios fueron en
aumento y hoy por hoy siguen creciendo–. Ninguno. Los datos, dicen, son mera
pugna política y no son certeros. En la agenda de los partidos ¿alguien habla
de ejercer el periodismo sin miedo? Nadie.
¿De
qué van las propuestas en vista a las futuras elecciones? Como ciudadanos no
los sabemos y tampoco nos interesa porque siempre será más de lo mismo.
Hay
algo que se percibe en la sociedad mexicana: el hartazgo. Los mexicanos no
confiamos en ninguna institución ni autoridad, algo lógico, tenemos 43
estudiantes que desaparecieron en una noche y así como si la tierra se los
hubiera tragado no supimos más de ellos. ¡Anarquistas!, revolucionarios,
conflictivos, cualquier cosa menos que estudiantes, les dicen ¿y eso que?,
¿dónde están? Silencio. Nada. Cambio de tema. No es de interés nacional. Ya
pasó.
Las
noticias –de medios afines al poder político– bajan las cifras, las endulzan,
las ponen bonitas o las víctimas no son tan víctimas, dicen. Esos medios afines
al gobierno, que en México es el oligopolio Televisa-TV Azteca, nos embrutecen
cada día más y crean falsos líderes de opinión. Estrellas mediáticas que
aparecen en nuestras pantallas y a los que se les da el poder de opinar.
¡Ahí
está el peligro!, ¿quiénes opinan? Depende. Puede ser alguna estrellita famosa
que no sabe nada o algún pseudoperiodista aferrado a su libertad de
expresión, capaz de lanzar cualquier cosa y enarbolando la bandera del derecho
a la información.
Mientras
matan a gente que ejerce el periodismo imparcial le damos el Premio Nacional de
Periodismo a Esteban Arce. La verdad es que tuve que buscar quién era el famoso
merecedor de ese premio. ¡Pues sí!, un hombrecillo capaz de analizar la obra de
José Saramago en dos minutos con la ayuda de sus co-tertulianos.
No
importa que no sepan si Saramago es portugués, danés, checo, peruano ¿qué más
da? Menos importa que lo hayan leído o no; ahí el hombrecillo y sus
acompañantes lanzan sus opiniones y desentrañan en minutos la obra del premio
nobel. Un premio que, según nuestros flamantes pensadores, no lo merecía por
comunista, por tendencioso, por falso.
Estudié
cuatro años de Periodismo y, o mi Facultad andaba mal, o lo que ellos hacen es
cualquier cosa menos este oficio. El género de opinión implica un mínimo de
imparcialidad, pueden –si quieren– verter sus opiniones en contra del
matrimonio homosexual, etc., pero háganlo con propiedad.
Recuerdo
que en la asignatura de opinión periodística leímos el
famoso J’accuse…! (Yo acuso) de Émile Zola, una columna de opinión,
escrita a manera de carta, que se publicó en un pequeño periódico en
Francia para defender a Alfred Dreyfus. No les vendría mal leer este ejemplo
del género de la opinión.
Aún
así creo que el oficio seguirá existiendo. No importa que callen a los que lo
ejercen. Subsistirá. Y que sigan existiendo las facultades de periodismo;
que los escritores lo sigan practicando. Que el verdadero premio sea la
libertad de ejercerlo. Que la imparcialidad sea la única bandera. Y, sobre
todo, que el periodismo sea la voz de los sin voz.
Que
sirva este artículo para acusar las muertes de los periodistas pero, sobre
todo, para acusar a aquellos que ejercen cualquier cosa menos este oficio.
¿Si
nos matan?
Si
me matan dirán que fue mi culpa, que yo caminaba sola por una vereda oscura [y
desde el fondo del abismo gritaré en un ahogo eterno, que me dirigía a mi
trabajo, que soy inocente]. Dirán que llevaba un vestuario provocativo, que
olía a alcohol [y será porque ellos me desnudaron hasta quedar vacía de mí];
dirán que, por mi tatuaje, se devela la calidad de la nula moral [alegaré que
lo hice por amor, por defensa de mis ideales]… e incluso se atreverán a
criticar “era poeta, ganó enemistades” [y no tendré manera de rebatirlo,
aduciré desde mis adentros que mi voz era la de ellas, que nos han matado a
todas]. Dirán que fue mi culpa y Tú lo creerás.
¿Importa
que fuera en el interior de una universidad? Sí, porque con ello ofendieron
nuestro nivel de conocimiento, con pretextos imberbes sobre las razones de su
muerte. ¿Importa que fuera ahorcada con el cable de un teléfono público? Sí,
porque así han tratado de apagar el grito de tantas, en un país de miseria.
¿Importa que se volviera trending topic en las redes sociales? Sí,
porque debemos demostrar que no estamos hundidos en la ausencia, que aún
tenemos la fuerza necesaria para exigir justicia. ¿Importa que ahora el nombre
de Lesvy en el buscador del internet nos lleve directamente a noticias sobre su
muerte? Sí, porque importa ella, importa que sea una víctima, importa tanto
como la madre y su hija de 14 años violadas en la carretera México-Puebla, como
el niño de dos años asesinado a sangre fría, como la mujer sin identificación
encontrada en un lote baldío cada día, como la periodista asesinada en
Chihuahua, como la alerta por feminicidio que no termina de ser lanzada, como
el joven liquidado en un intento de asalto, como importa también ese hombre
amordazado en este momento, ése que con la mirada clama por su vida, pero del
que aún no sabemos, porque la justicia tarda en cobrarse, porque en M. todos
los días son una página en blanco que ha de ser llenada con la sección de
policiacas, porque no nos ha llegado el día de entender que, lejos de criticar
al feminismo y a todas las manifestaciones sociales, debemos entender que el
egoísmo es nuestro peor vicio.
Por
eso hoy soy Tú, soy Tú: Lesvy Berlín. Soy Tú: Miroslava Breach. Soy Tú: a quien
borraron su apellido para proteger su recuerdo.
Si
tenían que venir los muros pintados, los gritos, el aprovechamiento de lo
mediático, para que todos nos enterásemos de la violencia: entonces que venga.
Que vengan las modas, si ellas nos van a llevar a revelarnos lo oculto; que
vengan siempre que sea necesario para sacarnos de este letargo de la
cotidianidad, siempre que sea necesario que seamos voz colectiva para quien
merece ser escuchado.
¿Cuánto
falta para que logres verte en el espejo de esa página?
“—No
—dijo por fin—. Es lo único que no pueden hacer. Pueden obligarte a decir
cualquier cosa, lo que sea, pero no obligarte a que lo creas. No se pueden
meter en tu cabeza. —No —respondió él un poco más esperanzado—, no; tienes
razón. No se pueden meter en tu cabeza. Si seguimos sintiendo que vale la pena
seguir siendo humanos, incluso aunque no sirva de nada, les habremos derrotado”
George Orwell.
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