jueves, 18 de agosto de 2016

Madres indígenas venden a sus hijas

*El 50 por ciento de mujeres indígenas y mixtecas señalan haber sido venidas por su madre para que contrajeran matrimonio
Por Adamina Márquez y Arturo González
Chilpancingo, Gro.- Al principio no decían mucho, pero conforme pasaron los días y fuimos platicando con ellas se soltaron y nos contaron que fueron vendidas ya no por sus padres, como antes se acostumbraba, sino que ahora las mujeres son vendidas por sus propias madres, Patricia Aldavera.

En entrevista, una de las precursoras de la Fundación Origen aseguró que en Guerrero, ante la migración de los hombres hacia Estados Unidos, las mujeres indígenas han tomado los roles de sus maridos y han comenzado a vender a sus propias hijas.
Ella y un grupo de colaboradores de la fundación estuvieron auxiliando a un grupo de mujeres del municipio de Tlapa, Guerrero, en donde, afirmó, no se esperaron encontrar historias como las que finalmente les contaron las indígenas.
A decir de la también coordinadora operativa del Centro Casa Origen, el 30 por ciento de los casos de mujeres que trataron aseguró haber sido venida por su madre para que contrajera matrimonio.
"Ellas no sabían que podían elegir casarse o no, o con quién hacerlo, ahora lo saben, conocen sus derechos. Ellas mismas pugnan porque sus hijos tengan otras oportunidades, que estudien, por ejemplo, pero si se quieren casar, sean ellos quien escojan con quién", aseguró Aldavera.
Fundación Origen trabaja con población rural e indígena mixe, mixteca, mazahua, nahua, cora, meph´a y huichol a través de seis Centros Casa Origen; dos en Guerrero, uno en Nayarit, dos en Puebla y uno más en el Estado de México.
"Trabajamos en dos sectores, la línea telefónica de ayuda y los centros comunitarios. En estos centros realizamos talles y pláticas en los que las mujeres comienzan a tomar conciencia de sí mismas, empiezan a creer en ellas mismas, en su potencialidades y cómo mejorar su comunicación, su autoestima".
Y aclaró, "lo que hacemos es platicar con ellas, dejarlas que hablen, que se comuniquen y que se apoyen unas a otras, que conozcan sus derechos".
Patricia Aldavera explicó que dentro de los talleres también se impulsa el desarrollo de proyectos productivos para la elaboración bordados y tejidos, cestería de palma, artesanías, alimentos, tés orgánicos y jabones artesanales para que las mujeres puedan vender sus productos a precios justos y así mejorar su economía familiar.
Actualmente, Pro Ayuda a la Mujer, Origen, A.C., realiza trabajo con 30 grupos indígenas. Fue impulsada por Mariana Baños en 1999 y hoy, a 17 años de su creación, ha prestado auxilio a poco más de un millón de mujeres tanto con asesorías legales y psicológicas como con talleres de desarrollo humano e impulso económico.
"Creemos que las mujeres son el origen del cambio y para lograr un cambio en nuestro país, para hacer un México diferente, se requiere fortalecer y empoderar a las mujeres. Ahorita estamos trabajando mucho en sus sueños, y yo ya las veo volar", aseguró Aldavera.

Zona mixteca practica la venta de niñas  
Mientras que en las comunidades mixtecas pertenecientes al municipio de Tlacoahistlahuaca todavía se da la práctica de la venta de niñas a partir de que éstas ya hayan cumplido 11 años, una cultura de los ancestros que sigue muy arraigada en estas comunidades indígenas.
Agregó que la preocupación es que haya mujeres adolescentes de entre 12 y 13 años que estén embarazadas o tienen hijos “a temprana edad”.
En dicha zona mixteca y amuzga es común y normal que una niña de los 11 años ya tenga pareja o esposo y el embarazo no se puede evitar porque la cultura arraigada evita o no permite usar métodos anticonceptivos”
Los representantes de las comisarias revelan que se sigue dando esa cultura, en algunas localidades sí venden a las niñas, dependiendo de la edad, pero sí las venden “todo esto tiene un trasfondo y la pobreza es el principal motivo de que esta práctica no se ha erradicado”, expreso Macario
“La pobreza es la madre de todos los males, de que no tienen fuentes de ingresos, vender a sus hijas para ellos es algo normal”; expresó que la misma pobreza hace que ellos se olviden de una visión a futuro y se enfrascan preocupándose sobre qué hacer para salir de ese hoyo, “porque esa pobreza no es de hace un año, es de hace cientos de años”.
En comunidades indígenas asentadas en esta capital se da también la venta de niñas y adolescentes para matrimonios forzosos, a lo que la activista Albania González, quien lleva cinco años trabajando con población indígena que vive en esta ciudad, puso como ejemplo que en las comunidades triquis establecidas en la delegación Cuauhtémoc del Distrito Federal, “sigue la venta de niñas con fines matrimoniales”.
Su comunidad, llamada Santo Domingo del Estado, en el municipio oaxaqueño de Putla Villa de Guerrero, es un ejemplo, mencionó la indígena triqui.
Martínez relató que su madre y su tía fueron vendidas por su abuelo. “Mi mamá estaba en la primaria, tenía como 10 u 11 años de edad, y a los 14 años tuvo a su primer hijo”. A cambio de la niña el padre recibió dinero, una comida tradicional, refrescos, cerveza y aguardiente.
A la tía de Catalina la vendieron a los 18 años, pero escapó a otro pueblo porque no quiso estar con el hombre que pagó por ella. Su padre (quien ya había recibido la “dote”) fue encarcelado cuatro días, “como un castigo por lo que hizo su hija”, narró la activista.
A la fecha, la venta de niñas y adolescentes persiste. “Cuando el compromiso es formal les dan 40 mil pesos, 20 cartones de cerveza, refrescos y aguardiente”, abundó.
“Allá no existe el noviazgo, se las llevan a la fuerza. Y si la joven no sangra en las relaciones sexuales, dicen que no son vírgenes y las regresan a sus casas, algunas vuelven embarazadas, pero no pueden hacer nada”, explicó Catalina Martínez.
Para revertir la violación a los derechos sexuales y reproductivos de las niñas y adolescentes indígenas, la integrante de Kinal Antzetik-DF concluyó que es necesaria la coordinación entre las distintas instituciones gubernamentales y su compromiso para garantizarles el acceso a estas garantías.

Historia de Ana vendida por 12 mil pesos
La historia de Ana, una menor de 13 años, es común en zonas rurales. Ella es originaria de una pequeña comunidad de Guerrero, trabajaba vendiendo panes para contribuir con los ingresos de su hogar. Fue así como conoció a José, un hombre que le triplicaba la edad. De inmediato la menor llamó su atención, por lo que con frecuencia la buscaba en el sitio de la plaza donde vendía su producto.
Durante tres semanas conversó con ella a diario, para después de averiguar su dirección, buscar a sus padres y les ofreciera 12 mil pesos por la menor, más una despensa y una televisión. Dos meses después fueron al registro civil y se casaron, para después dar paso a una gran celebración con toda la comunidad.
La niña comenzó a padecer violencia física un mes después, los golpes en su rostro lo demostraron. “La menor sentía una gran dependencia por este hombre, además estaba desprotegida, no podía volver con su familia y tampoco tenía a dónde ir, por eso se volvió sumisa.
Hace algunos meses cumplió 14 años, también hoy es madre de una niña, no sabe cómo cuidarla y tampoco ha entendido su papel de ‘mujer’ y ‘ama de casa’ cuando debería estar siendo cuidada por sus padres, planeando una vida distinta a la que le fue impuesta, porque no, no quería casarse, pero como en siglos antepasados, creían que si llegaba a los 15 pocos o nadie querría casarse con ella”, asevera Azar.
En México, del total de matrimonios que ocurren, uno de cada cinco corresponde a una niña, contribuyendo así a una práctica, calificada como ‘nociva’, por los órganos civiles nacionales e internacionales. Habiendo de permitirse en 26 estados de la República Mexicana, pudo estar contribuyendo y cubriendo la violencia o abuso sexual, en contra de las menores, quienes padecen este tipo de matrimonios desde los 11 años de edad en ciertas culturas y comunidades en el país.

Según el análisis de defensores de Derechos Humanos y protectores de los derechos de la infancia, han señalado que el matrimonio y uniones tempranas de niñas constituyen una violación a las garantías humanitarias, tiene sus raíces en la discriminación de género, y deriva en graves consecuencias, dañinas para la vida, desarrollo y salud de las mujeres.
Patricia Aldavera, precursora de la Fundación Origen aseguró que en Guerrero, ante la migración de los hombres hacia Estados Unidos, la mujeres indígenas han tomado los roles de sus maridos y han comenzado a vender a sus propias hijas.

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