*El
50 por ciento de mujeres indígenas y mixtecas señalan haber sido venidas por su
madre para que contrajeran matrimonio
Por
Adamina Márquez y Arturo González
Chilpancingo,
Gro.- Al principio no decían mucho, pero conforme pasaron los días y fuimos
platicando con ellas se soltaron y nos contaron que fueron vendidas ya no por
sus padres, como antes se acostumbraba, sino que ahora las mujeres son vendidas por sus propias madres, Patricia
Aldavera.
En
entrevista, una de las precursoras de la Fundación Origen aseguró que en
Guerrero, ante la migración de los hombres hacia Estados Unidos, las
mujeres indígenas han tomado los roles de sus maridos y han comenzado a
vender a sus propias hijas.
Ella
y un grupo de colaboradores de la fundación estuvieron auxiliando a un grupo de
mujeres del municipio de Tlapa, Guerrero, en donde, afirmó, no se esperaron
encontrar historias como las que finalmente les contaron las indígenas.
A
decir de la también coordinadora operativa del Centro Casa Origen, el 30 por
ciento de los casos de mujeres que trataron aseguró haber sido venida por su
madre para que contrajera matrimonio.
"Ellas
no sabían que podían elegir casarse o no, o con quién hacerlo, ahora lo saben,
conocen sus derechos. Ellas mismas pugnan porque sus hijos tengan otras
oportunidades, que estudien, por ejemplo, pero si se quieren casar, sean ellos
quien escojan con quién", aseguró Aldavera.
Fundación
Origen trabaja con población rural e indígena mixe, mixteca, mazahua, nahua,
cora, meph´a y huichol a través de seis Centros Casa Origen; dos en Guerrero,
uno en Nayarit, dos en Puebla y uno más en el Estado de México.
"Trabajamos
en dos sectores, la línea telefónica de ayuda y los centros comunitarios. En
estos centros realizamos talles y pláticas en los que las mujeres comienzan a
tomar conciencia de sí mismas, empiezan a creer en ellas mismas, en su
potencialidades y cómo mejorar su comunicación, su autoestima".
Y
aclaró, "lo que hacemos es platicar con ellas, dejarlas que hablen, que se
comuniquen y que se apoyen unas a otras, que conozcan sus derechos".
Patricia
Aldavera explicó que dentro de los talleres también se impulsa el desarrollo de
proyectos productivos para la elaboración bordados y tejidos, cestería de
palma, artesanías, alimentos, tés orgánicos y jabones artesanales para que las
mujeres puedan vender sus productos a precios justos y así mejorar su economía
familiar.
Actualmente,
Pro Ayuda a la Mujer, Origen, A.C., realiza trabajo con 30 grupos indígenas.
Fue impulsada por Mariana Baños en 1999 y hoy, a 17 años de su creación, ha
prestado auxilio a poco más de un millón de mujeres tanto con asesorías legales
y psicológicas como con talleres de desarrollo humano e impulso económico.
"Creemos
que las mujeres son el origen del cambio y para lograr un cambio en nuestro
país, para hacer un México diferente, se requiere fortalecer y empoderar a las
mujeres. Ahorita estamos trabajando mucho en sus sueños, y yo ya las veo
volar", aseguró Aldavera.
Zona
mixteca practica la venta de niñas
Mientras
que en las comunidades mixtecas pertenecientes al municipio de
Tlacoahistlahuaca todavía se da la práctica de la venta de niñas a partir de
que éstas ya hayan cumplido 11 años, una cultura de los ancestros que sigue muy
arraigada en estas comunidades indígenas.
Agregó
que la preocupación es que haya mujeres adolescentes de entre 12 y 13 años que
estén embarazadas o tienen hijos “a temprana edad”.
En
dicha zona mixteca y amuzga es común y normal que una niña de los 11 años ya
tenga pareja o esposo y el embarazo no se puede evitar porque la cultura
arraigada evita o no permite usar métodos anticonceptivos”
Los
representantes de las comisarias revelan que se sigue dando esa cultura, en
algunas localidades sí venden a las niñas, dependiendo de la edad, pero sí las
venden “todo esto tiene un trasfondo y la pobreza es el principal motivo de que
esta práctica no se ha erradicado”, expreso Macario
“La
pobreza es la madre de todos los males, de que no tienen fuentes de ingresos,
vender a sus hijas para ellos es algo normal”; expresó que la misma pobreza
hace que ellos se olviden de una visión a futuro y se enfrascan preocupándose
sobre qué hacer para salir de ese hoyo, “porque esa pobreza no es de hace un
año, es de hace cientos de años”.
En
comunidades indígenas asentadas en esta capital se da también la venta de niñas
y adolescentes para matrimonios forzosos, a lo que la activista Albania
González, quien lleva cinco años trabajando con población indígena que vive en
esta ciudad, puso como ejemplo que en las comunidades triquis establecidas en
la delegación Cuauhtémoc del Distrito Federal, “sigue la venta de niñas con
fines matrimoniales”.
Su
comunidad, llamada Santo Domingo del Estado, en el municipio oaxaqueño de Putla
Villa de Guerrero, es un ejemplo, mencionó la indígena triqui.
Martínez
relató que su madre y su tía fueron vendidas por su abuelo. “Mi mamá estaba en
la primaria, tenía como 10 u 11 años de edad, y a los 14 años tuvo a su primer
hijo”. A cambio de la niña el padre recibió dinero, una comida tradicional,
refrescos, cerveza y aguardiente.
A
la tía de Catalina la vendieron a los 18 años, pero escapó a otro pueblo porque
no quiso estar con el hombre que pagó por ella. Su padre (quien ya había
recibido la “dote”) fue encarcelado cuatro días, “como un castigo por lo que
hizo su hija”, narró la activista.
A
la fecha, la venta de niñas y adolescentes persiste. “Cuando el compromiso es
formal les dan 40 mil pesos, 20 cartones de cerveza, refrescos y aguardiente”,
abundó.
“Allá
no existe el noviazgo, se las llevan a la fuerza. Y si la joven no sangra en
las relaciones sexuales, dicen que no son vírgenes y las regresan a sus casas,
algunas vuelven embarazadas, pero no pueden hacer nada”, explicó Catalina
Martínez.
Para
revertir la violación a los derechos sexuales y reproductivos de las niñas y
adolescentes indígenas, la integrante de Kinal Antzetik-DF concluyó que es
necesaria la coordinación entre las distintas instituciones gubernamentales y
su compromiso para garantizarles el acceso a estas garantías.
Historia
de Ana vendida por 12 mil pesos
La
historia de Ana, una menor de 13 años, es común en zonas rurales. Ella es
originaria de una pequeña comunidad de Guerrero, trabajaba vendiendo panes para
contribuir con los ingresos de su hogar. Fue así como conoció a José, un
hombre que le triplicaba la edad. De inmediato la menor llamó su atención, por
lo que con frecuencia la buscaba en el sitio de la plaza donde vendía su
producto.
Durante
tres semanas conversó con ella a diario, para después de averiguar su
dirección, buscar a sus padres y les ofreciera 12 mil pesos por la menor, más
una despensa y una televisión. Dos meses después fueron al registro civil y se
casaron, para después dar paso a una gran celebración con toda la comunidad.
La
niña comenzó a padecer violencia física un mes después, los golpes en su rostro
lo demostraron. “La menor sentía una gran dependencia por este hombre, además
estaba desprotegida, no podía volver con su familia y tampoco tenía a dónde ir,
por eso se volvió sumisa.
Hace
algunos meses cumplió 14 años, también hoy es madre de una niña, no sabe cómo
cuidarla y tampoco ha entendido su papel de ‘mujer’ y ‘ama de casa’ cuando
debería estar siendo cuidada por sus padres, planeando una vida distinta a la
que le fue impuesta, porque no, no quería casarse, pero como en siglos
antepasados, creían que si llegaba a los 15 pocos o nadie querría casarse con
ella”, asevera Azar.
En
México, del total de matrimonios que ocurren, uno de cada cinco corresponde a
una niña, contribuyendo así a una práctica, calificada como ‘nociva’, por los
órganos civiles nacionales e internacionales. Habiendo de permitirse en 26
estados de la República Mexicana, pudo estar contribuyendo y cubriendo la
violencia o abuso sexual, en contra de las menores, quienes padecen este tipo
de matrimonios desde los 11 años de edad en ciertas culturas y comunidades en
el país.
Según
el análisis de defensores de Derechos Humanos y protectores de los derechos de
la infancia, han señalado que el matrimonio y uniones tempranas de niñas
constituyen una violación a las garantías humanitarias, tiene sus raíces en la
discriminación de género, y deriva en graves consecuencias, dañinas para la
vida, desarrollo y salud de las mujeres.
Patricia Aldavera, precursora de la Fundación
Origen aseguró que en Guerrero, ante la migración de los hombres hacia Estados
Unidos, la mujeres indígenas han tomado los roles de sus maridos y han
comenzado a vender a sus propias hijas.
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