Bajo
Fuego
¿Impunidad,
hasta cuándo?
José
Antonio Rivera Rosales
Mediante
un puntilloso comunicado la Fiscalía General del Estado tomó distancia del
desempeño fallido de quienes le antecedieron, en el contexto de una escandalosa
impunidad que envuelve el caso del magnicidio de Armando Chavarría Barrera.
Elaborado
con una redacción muy cautelosa, el comunicado fue emitido por la dependencia
apenas unas horas antes del 20 de agosto, cuando familiares y amigos del
diputado asesinado conmemoraron su séptimo aniversario luctuoso, acto en el que
obviamente hubo reclamos sentidos a las autoridades por la ausencia de
resultados.
Pocas
veces un comunicado de la FGE reviste tanta solemnidad y cuidado en el manejo
de escenarios y términos. Por lo general sus boletines de prensa son meros
pretextos para promocionar la imagen política del titular, Xavier Olea Peláez,
tan vapuleada por los desplantes discursivos del propio fiscal que, en algunos
casos, mueven a risa.
Por
lo menos en esta ocasión el documento de la Fiscalía hace un deslinde necesario
aunque tardío. ¿Por qué hasta ahora, si hubo muchos meses previos en los que
pudo haber informado con anticipación y cortesía a los familiares agraviados?
Empero,
la conducta reactiva de la dependencia no suprime la importancia del documento,
que no tiene pierde en tanto que por primera vez atiende con suficiencia un
asunto tan delicado no sólo para su familia, sino para la comunidad entera dado
que Chavarría era cabeza de sector de la soberanía guerrerense y el candidato
natural de la izquierda a la gubernatura.
Aunque
la secrecía del proceso investigativo obliga a la dependencia a mantener
silencio sobre el avance de las investigaciones, a la distancia nos enteramos
de que hubo pocos avances substanciales, y en cambio hubo más profusamente
omisiones, complicidades y encubrimientos que debieran ser causal suficiente
para mandar a prisión a más de un funcionario o ex funcionario de la propia
dependencia.
Desde
el atentado ocurrido en 2009, han desfilado como titulares de la dependencia
Alberto López Rosas, Martha Elba Garzón Bernal, Iñaki Blanco Cabrera, Miguel
Ángel Godínez Muñoz y, ahora, Olea Peláez, que un día sí y otro también se
contradice en sus palabras.
Ante
la viuda Martha Obeso, por ejemplo, hace poco admitió que no tenía avances
substanciales en la investigación.
Sin
embargo, en declaraciones de prensa registradas el pasado 2 de marzo, Olea
Peláez alardeó: Los fiscales anteriores ’no investigaron nada, pero yo en tres
meses estoy muy cerca de quienes pudieron haberlo hecho, hasta que no los tenga
no te puedo decir son estos angelitos, pero estoy cerca’. ¿Así o más
cantinflesco lo quieren?
Con
todo, el documento emitido la noche del 19 establece una postura de la que
difícilmente podría eludirse una responsabilidad, además de que dejó en claro
que hubo un desempeño deficiente de quienes le antecedieron en el cargo, aunque
más bien estamos ante un claro encubrimiento y obstrucción de la justicia que,
a estas alturas, es un compromiso ineludible y obligado por parte no de la FGE,
sino de la gestión que encabeza el gobernador Héctor Astudillo Flores.
En
principio, deja en claro que la investigación judicial del caso Chavarría
Barrera está ’plagada de irresponsabilidad jurídica institucional’, pese a lo
cual el gobierno estatal ’está asumiendo cabalmente la responsabilidad de
estado’ que le corresponde en la investigación.
Sin
la menor consideración se refiere a ’las gestiones jurídicas equívocas y
erráticas’ cometidas por ’las administraciones estatales y de procuración de
justicia de los gobiernos que nos han precedido’. Es decir, en todos estos años
quienes estuvieron al frente de la FGE cometieron errores garrafales.
Más
adelante, en el ámbito de las ’presuntas responsabilidades’, el documento
puntualiza que ’no existió declaración alguna que señalara al responsable del
homicidio. Sólo se señalaron referencias de comentarios escuchados. Este es un
tema que es necesario actualizar con nuevas convocatorias a personajes
políticos’.
En
ese mismo contexto, establece que la actitud de la mayoría de los declarantes
en la averiguación previa fue ’renuente, parca, omisa y evasiva’.
Con
todo, el documento abre nuevas expectativas dado que por su conducto la FGE se
compromete en el corto plazo a ’rescatar la continuidad de esta investigación
criminal’ con el fin de ’explorar, agotar y/o crear una nueva línea de
investigación’.
Aunque
el texto es aparentemente vago, por su conducto la FGE aporta el nombre de uno
de quienes ’entorpecieron dolosamente las investigaciones’, el ex fiscal José
Fernando Monreal Leyva.
Además,
aunque utiliza un lenguaje críptico, el comunicado deja entrever que dará
continuidad al entorno político de la investigación cuando dice que emitirá
’nuevas convocatorias a personajes políticos’.
El
comunicado de la FGE jamás se refiere por su nombre al ex gobernador Zeferino
Torreblanca Galindo, a quienes sus detractores señalan como autor intelectual
del homicidio de Chavarría Barrera.
Lo
cierto es que durante la gestión de López Rosas hubo una relatoría de 31 hojas,
así como algunas actuaciones del Ministerio Público, en las que se menciona al
ex mandatario como efectivamente quien dio la orden de matar a Armando
Chavarría. Esas actuaciones desaparecieron misteriosamente del expediente
penal. ¿Por qué? ¿Esa fue la ’actuación dolosa’ que se imputa a Monreal Leyva?
¿Quién está interviniendo tras bambalinas para empantanar ese proceso judicial?
Caiga
quien caiga, la investigación penal debe llegar hasta sus últimas
consecuencias. La justicia, ahora más que nunca, es un imperativo social en
Guerrero. Y es un imperativo legal para el propio gobernador Astudillo Flores,
si es que quiere dar cuerpo a su slogan de campaña: ’Orden y paz’.
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