Chilpancingo
en un charco de sangre
Héctor De Mauleón/Escritor y periodista
Ochenta
asesinatos en lo que va de 2016, de los cuales 33 fueron cometidos sólo en el
mes de junio. La cifra ilustra la violencia sin límite que ha caído sobre
Chilpancingo, la capital del estado menos pacífico de México.
En el mes
de mayo, el Consejo Coordinador Empresarial de Guerrero denunció que 80
negocios habían cerrado en menos de 40 días a causa de la violencia desatada en
la ciudad.
Hace
apenas tres días, el 4 de julio, la policía encontró los cuerpos de cuatro
hombres atados de pies y manos en el libramiento de cuota Chilpancingo-Tixtla.
Habían dejado junto a ellos un narcomensaje.
Cuatro
semanas atrás, hombres armados entraron al bar Players, ubicado a unos metros
del Palacio de Gobierno, y dispararon a quemarropa contra cuatro personas que
veían un partido de la Selección Mexicana.
2016
había comenzado del mismo modo. Con siete hombres asesinados a tiros, a los que
abandonaron con las manos atadas y el rostro cubierto en dos zonas de la
capital.
Dos batallones
del Ejército, cientos de policías federales, dos cuarteles de la Policía
Estatal y Municipal, una sede de la Policía Ministerial: un total de más de 2
mil efectivos patrullando el área, y una violencia que sólo escala y no cede.
Además de los asesinatos, repuntaron dramáticamente los secuestros y las
extorsiones.
El
alcalde Marco Antonio Leyva, de extracción priísta, denunció que 15 días antes
de su gestión le llegaron amenazas para que permitiera el ingreso al aparato
policiaco de gente designada por el crimen organizado.
El cártel
de Los Rojos, uno de los seis que operan en el estado de Guerrero, se adueñó de
Chilpancingo desde hace años. Durante la pasada administración el alcalde Mario
Moreno Arcos atribuyó la violencia que ya comenzaba a estallarle en las manos a
un “efecto de rebote” provocado “por detenciones de personas relacionadas con
el crimen organizado”.
Su
secretario de Seguridad Pública, Constantino García, declaró que en la ciudad
había una disputa entre dos grupos criminales, y que además las movilizaciones
sociales desatadas tras los sucesos de Ayotzinapa distraían mucho a sus
elementos, “por lo que se descuida lo que es la seguridad”.
Con el
cambio de gobierno las cosas empeoraron
En una
cosa no se equivocaba el secretario García: reportes de inteligencia del
gobierno federal indican que la violencia que hoy atraviesa la capital del
estado es resultado de una alianza entre Guerreros Unidos y el Cártel de la
Sierra para arrebatar Chilpancingo a Los Rojos y controlar un punto estratégico
en la ruta Ciudad de México-Acapulco: esa línea de sangre que diversas
organizaciones criminales se están disputando desde el abatimiento de Arturo
Beltrán Leyva en diciembre de 2008.
El Cártel
de la Sierra, Guerreros Unidos, Los Ardillos, Los Rojos, el Cártel
Independiente de Acapulco y el Cártel de los Beltrán Leyva son las
organizaciones que tienen una presencia predominante en el estado.
Los
cuatro primeros controlan la producción de heroína en las regiones montañosas.
Los dos últimos, en cambio, se encargan de su distribución.
Especialistas
en el combate antinarcóticos a afirman que junio es el mes en el que la amapola
es cosechada en la sierra de Guerrero. En esa época del año suele
intensificarse la lucha por el control de rutas, y Chilpancingo es una ciudad
estratégica en términos de trasiego y distribución.
A la
escalada violenta que sacude a la capital del estado debe añadirse el relevo de
autoridades municipales, que entraña la ruptura de posibles acuerdos y desata
“jaloneos” entre los funcionarios del nuevo gobierno y los criminales.
A tal
coctel explosivo lo completa la gura de un gobernador, el priísta Héctor
Astudillo, totalmente rebasado por las circunstancias, y que parece cumplir un
mero papel decorativo en un estado bañado de sangre: más de mil 300 ejecuciones
desde que arribó al poder.
En
diciembre pasado, el presidente Peña Nieto dijo que Guerrero era una asignatura
pendiente del país y se comprometió a revertir el escenario de inseguridad que
se vive en amplias zonas del estado.
Seis
meses más tarde el ciclo de deterioro no ha terminado. Por el contrario, tiene
hundido a Chilpancingo en un charco de sangre.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com
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