miércoles, 27 de enero de 2016

Montaña baja zona de siembra de Amapola y Marihuana

*Población nahua de comunidades pobres son los que cosechan la droga
Por Arturo de Dios Palma/Bajo Palabra
Chilapa de Álvarez, Gro.- No tiene más de un año cuando la muerte entró a Zitlala. Desde la noche del 10 de agosto en la comunidad de Tlaltempanapa todo cambió. Los niños dejaron de ir a las aulas, los transportistas abandonaron sus rutas, los comerciantes sus ventas y, en general, para el pueblo la tranquilidad se esfumó. Tlaltempanapa es una trinchera. Los pobladores decidieron armarse y cuidar ellos mismos su pueblo.
Los caminos y las entradas son vigiladas y cuando un grupo de vecinos tiene que salir lo hacen escoltados por los vigilantes de la comunidad. Los profesores de la primarias bilingües Ignacio Allende y Benito Juárez, así como los de la telesecundaria José Vasconcelos no se paran por ahí: temen convertirse en un saldo de la violencia. El centro de salud está cerrado y sus pobladores tienen que recibir atención médica hasta la cabecera municipal.
Esa noche del 10 agosto, Ardillos y Rojos, se enfrentaron por todo el pueblo para imponerse. Desde entonces los pobladores han denunciado que un grupo criminal los amenaza.
Tlaltempanapa es una comunidad con unos mil 500 pobladores, todos indígenas nahuas. Se ubica geográficamente a unos 15 minutos de la cabecera municipal, Zitlala. Hasta hace 10 años su principal actividad económica era la misma que en todas las demás comunidades de la región: la siembra de maíz, frijol, calabaza. La mayor parte de lo que cosechaban era para su consumo. Lo poco que lograban comerciar era insuficiente para vivir. Así que decidieron cambiar. Comenzaron a sembrar mariguana y últimamente amapola.
Por octubre y noviembre el cerro Cabeza de tigre se mira rojo: lleno de la flor de amapola. Tan sólo en 2.5 hectáreas se pueden contabilizar unas 30 mil plantas, como lo informó en octubre la Policía Federal cuando destruyó un plantío.
La amapola se convirtió en el nuevo motor económico del pueblo, pero al mismo tiempo en su condena.
La producción de la mariguana y la amapola tenía exclusividad: era vendida únicamente a Los Rojos, que mantenían el control de la región. La relativa estabilidad terminó tan pronto empezaron a disputarse el territorio.
La lucha inició en Chilapa. De julio de 2014 hasta mayo de 2015. Durante más de año las balaceras, los asesinatos, las desapariciones, cada vez se volvieron más frecuentes. En mayo, la incursión de unos 300 civiles armados a la cabecera municipal de Chilapa dejó ver la intensidad de esta guerra.
La tarde del 9 de mayo de golpe llegaron unos 300 hombres armados en decenas de camionetas a la ciudad. Se apoderaron de la Secretaría de Seguridad Pública y a los policías municipales les quitaron sus armas y algunas camionetas.
En el bulevar instalaron un reten donde registraron taxis, urvan, carros particulares y además de comercios y bares. Durante los siguientes cinco días (del 9 al 14) tomaron el control de la ciudad. Todo a la vista del Ejército, la Gendarmería y la Policía Estatal.
En esos días, el ambiente fue turbio, el comercio no abrió en su totalidad y las jornadas laborales concluían antes de que cayera el sol. Las escuelas de plano cerraron.
Los civiles armados informaron que provenían de 16 comunidades de Chilapa. Casi todas ubicadas en la franja donde se concentraba la disputa entre Rojos yArdillos. Se autodenominaron comunitarios.
El origen de los civiles armados siempre estuvo bajo sospecha. Desde el inicio se les relacionó con Los Ardillos. Una de las razones, su lugar de procedencia: El Jagüey, San Ángel, Ayahualulco, Xiloxuchicán, comunidades que están bajo el control de ese grupo delictivo. La sospecha mayor surgió cuando comenzaron las desapariciones. Se consolidó cuando se fueron: se retiraron sin entregar a los detenidos.
A partir de ahí se vino la crisis de los desaparecidos. Chilapa se volvió el foco de atención de los medios de comunicación y algunos gobernantes. Llegaron a ese municipio cientos de policías estatales, federales y militares para contener la disputa, que lograron en parte pero comenzó en Zitlala, esa noche de agosto.
Chilapa, Ahuacuotzingo, José Joaquín Herrera, Zitlala y Atlixtac municipios que integran la puerta a la Montaña son una zona vasta en recursos naturales: bosques, mantos acuíferos, minerales y una gran superficie de tierra fértil para el maíz, la calabaza, las moras, las piñas, las lechugas, los rábanos, los jitomates, los ajos y las cebollas. Fértil, también, para el maguey, la mariguana y la amapola.
En estos cinco municipios la población nahua prevalece. Muchos de ellos son campesinos que tienen como principal actividad la agricultura que apenas les resuelve el asunto de la alimentación. Tienen tierras pero no las pueden hacer producir como quisieran. Lo que siembran y pueden cosechar lo utilizan de forma prioritaria para el autoconsumo. El excedente lo venden a granel en las banquetas de las ciudades cercanas. Son comunidades pobres.
La mayoría de la superficie de esta región es rural. En las cabeceras municipales es donde la urbanización apenas comienza a aparecer de forma desordenada.
Esta zona es una espacio estratégico para la siembra y trasiego de droga. Las conexiones entre cada municipio son caminos rurales intrincados y poco vigilados. Pero también conecta con otras regiones. Chilapa, el más grande en territorio y población, conecta con los municipios de Tixtla, Quechultenango, de la región Centro, y con el municipio de Acatepec en la región de la Montaña. Su principal carretera lleva a Tlapa y Tlapa conecta con Puebla.
Ahuacoutzingo conecta Copalillo, en la región Norte y con Olinalá de la Montaña. También una de las carreteras de este municipio que entronca con Olinalá lleva al poblado de Paso Morelos que acerca al estado de Morelos y a la Ciudad de México.
Zitlala, es el más pequeño en población y hasta en presupuesto, comparte límites con Apango, en la región Centro y, con Copalillo en la región Norte y, por supuesto, con Chilapa.
José Joaquín Herrera hace límites con Quechultenango, en la parte alta de ambos municipios y, además, colinda con Acatepec.
Mientras que Atlixtac colinda con Tlapa, Zapotitlán Tablas y Acatepec, todos en la región de la Montaña alta. Todo este territorio está en disputa. La disputa no se reduce a los enfrentamientos en los caminos de esta localidades, también se representan en el control de ellas.
Por ejemplo, la noche del 8 de febrero de 2015 la Policía comunitaria adherida a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) que se conformó en Chilapa, José Joaquín Herrera y Zitlala, entró a la comunidad de San Jerónimo Palantla y se enfrentó a balazos con sus pobladores.
Según comunitarios llegaron esa noche a San Jerónimo para negociar la liberación de sus dos compañeros, Isaac Xochitempa y Rufino Orgín. Ambos estaban detenidos por órdenes del comisario municipal, Alfonso Orgín Calvario.
La detención de los comunitarios de San Jerónimo fue una respuesta del comisario por haber aprehendido a Antonio Bolaños Calvario, quien según la Policía comunitaria amenazó a una mujer de la misma comunidad de muerte. Pero también, está la versión de que detuvieron a Bolaños Calvario porque lo encontraron en el cultivo de amapola.
“En el fondo de estos hechos (el enfrentamiento) se encuentra el control sobre la siembra y cultivo de droga, además de la introducción y venta de armas por parte de estas personas integrantes del grupo delictivo de Los Rojos que actualmente operan en el corredor Chilpancingo, Tixtla, Chilapa y Tlapa con la total complacencia de las autoridades gubernamentales”, dijo la CRAC el mismo día en que ofreció la conferencia de prensa en Ayahualtempa como para despejar dudas.
Esta historia se repite ahora en Tlaltempanapa, Zitlala.
A mediados de octubre fue la última vez que los 20 profesores de las escuelas primarias Ignacio Allende y Benito Juárez, así como los de la telesecundaria José Vasconcelos se presentaron a dar clases. No hay condiciones, repiten cada vez que se reúnen en la cabecera municipal con autoridades educativas y funcionarios del gobierno municipal.
Para garantizar su presencia en la comunidad, los profesores han propuesto que en los viajes de la cabecera municipal a la comunidad los hagan resguardados por el Ejército o la Policía Federal para evitar un ataque. La posibilidad hasta ahora no se ha concretado y los 400 niños de estos tres planteles continúan sin clases.
El temor de los profesores es fundado: en los últimos meses los caminos a las comunidades rurales se ha convertido en un tiradero los grupos criminales. Por ejemplo, el 11 de noviembre fue hallado en la brecha que conduce a la comunidad de Quetzalcoatlán, Jacinto Gasparillo Pineda, padre del ex director de Seguridad Pública de Zitlala, Jacinto Gasparillo Martínez. En esos mismo caminos, el 21 de diciembre fue asesinado a tiros el director de Tránsito, Filiberto Corraltitlán Yectli. En los caminos rurales de Zitlala han aparecido cuerpos cercenados, calcinados o degollados.
Pero lo que detonó la salida de los profesores fue cuando a finales de septiembre un grupo del crimen organizado entró a Tlaltempanapa y se llevó a 12 hombres, la mayoría jóvenes.
De esto, los pobladores de Tlaltempanapa dieron cuenta. Unos 200, entre hombre y mujeres, se trasladaron hasta la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) en Chilpancingo para interponer una denuncia por la desaparición de las 12 personas y para señalar directamente a Los Rojos.
En esa ocasión, acusaron a funcionarios del gobierno de Zitlala de estar vinculados con Los Rojos, como al entonces director de Tránsito, Filiberto Corraltitlán Yectli.
Además, acusaron al oficial de la policía estatal, Juan Suástegui Epifanio, de reunirse con el líder de Los Rojos en la región. Por esa acusación y por el malestar que provocó su actuación durante la irrupción de los civiles armados en mayo entre los familiares de los desaparecidos, el oficial de la Policía estatal fue cesado como secretario de Seguridad Pública de Chilapa en diciembre pasado por órdenes del gobernador, Héctor Astudillo Flores.
Todo lo que pasa en Tlaltempanapa lo saben en el gobierno federal, estatal y, por supuesto, municipal.

El 6 de enero un comando armado entró a la comunidad de Quetzacoatlan y masacró a una familia. Murieron seis personas y medio pueblo tuvo que salir. Desde ese día en Zitlala el despliegue militar-policiaco se hizo presente. ¿Qué pasará cuando se retiren los militares y los policías? ¿Los cuidaran los 14 policía municipales que aún quedan?



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