lunes, 11 de enero de 2016

Guerrero territorio donde reina la barbarie mujeres y niños víctimas de la violencia

*Nos hemos convertido en zona de Guerra
*Impera la ley del más fuerte
Por Emma Martínez y Bajo Palabra
Chilpancingo, Gro.-  Hace poco más de un año, una familia de cinco integrantes había planeado comprar un vehículo, hace meses lo hicieron realidad, escogieron una camioneta y pagaron una parte de ésta por medio de un préstamo a la caja popular de Chilapa.
Semanas más tarde de la compra, un grupo de hombres armados levantaron al padre de familia, no solamente robaron la camioneta, también lo raptaron a él. Su esposa y sus tres hijos menores comenzaron la búsqueda y la denuncia con las autoridades, quienes hicieron caso omiso al caso y a la exigencia de justicia.
Con el tiempo las deudas comenzaron a acrecentarse, además que los reclamos y amenazas fueron cada vez más frecuentes, principalmente por parte de quienes manejan la caja popular. Las casas comerciales también exigían la liquidación, en forma urgente, de lo que debía la familia.
Ante las presiones, y la negativa de las autoridades por investigar el caso, la madre salió de Chilapa hace unos días, llevándose consigo a su hijo mayor (de trece años). Ambos fueron a Sinaloa, porque les dijeron que tendrán “un dinero asegurado” si trabajan de jornaleros.
“En Chilapa las personas se están yendo, principalmente las mujeres y sus hijos, no tienen otra manera de vivir que escapar de las deudas y las amenazas, además de las extorsiones. Recurrir a las autoridades ya no es opción, la solución es irse, buscar trabajo en otro estado y desde ahí pagar las deudas, pero no volver, porque podemos ser las siguientes o incluso nuestros hijos pueden ser reclutados porque saben de quiénes son familia, lógicamente de desaparecidos”, asegura Lupita, quien tiene una persona desaparecida y ha optado por comenzar a vender las pocas cosas que tiene y su pequeña propiedad para migrar.
En este último año ha iniciado la migración forzada de los familiares de varias víctimas de desaparición forzada. Aseguran que no pueden seguir viviendo en un lugar donde se encuentran expuestas y constantemente acosadas. “Debemos quedarnos y luchar por nuestros seres queridos, pero no podemos aferrarnos, tenemos que huir para salvar las vidas de quienes aún tienen vida. No somos crueles, pero es demasiada la crueldad sobre quienes pedimos justicia y a comparación de otras familias, no podemos buscar fosas y luego escavar, no es fácil, vivimos en un campo de guerra y en medio de dos bandos, no tenemos para donde hacernos, si nos atrevemos a hacer eso nos matan”, explica Lupita.
Por su parte, el vocero de un grupo de familias de personas desaparecidas, José Díaz Navarro, comenta a Revolución TRESPUNTOCERO que “los actos de crueldad y barbarie son constantes en Chilapa, las bandas tienen el control de la comunidad. Como ejemplo, uno de los líderes de los bandos es de esta zona. Todos lo conocemos, entonces si por casualidad saludas a alguien que no es delincuente, pero que vive en zona donde el otro grupo es el que domina, entonces van contra ti, o si uno de los contrarios entra a la tienda de un civil también es atacado o incluso desaparecido”.
Así es como cualquier tipo de situación es pretexto para desaparecerte o descuartizar a los civiles, son mensajes que se envían entre bandos. “Cuando nosotros nos aseguramos que mis hermanos que estaban desaparecidos habían sido identificados, fuimos a colocar unas cruces al lugar de los hechos, pero llegaron unos tipos y nos amenazaron, nos dijeron que eran los dueños del terreno y eso que es un área pública, es una glorieta.
Nos destruyeron las bases de las cruces, nos agredieron e intimidaron amenazándonos que iban a sacar armas. Por eso es que nos hemos convertido en una zona de guerra, donde impera la ley del más fuerte, porque existe un vacío de autoridad. Hay complicidad de las autoridades, hay omisión y sumisión, es un caos”, puntualiza Díaz Navarro.
Además, explica que en Chilapa, Guerrero “difícilmente vamos a ser escuchados, ya hemos recurrido a todas las instancias de gobierno y nadie nos ha hecho caso. Todo esto ya lo hemos denunciado, pero vamos a seguir insistiendo a otro nivel (internacional) porque por esta vía no creemos que vayamos a ser escuchados y entendidos por las mismas autoridades que no nos han ayudado en nada”.
El vocero asegura que no visualizan a corto o mediano plazo una pausa en la violencia y caos que se vive en la región. “No podemos escavar fosas clandestinas, porque estamos en medio de dos fuegos, por un lado están las comunidades (zona norte), donde operan ‘los Rojos’ y los del sur, donde operan ‘los Ardillos’ y la zona de en medio es Chilapa, y como no existe un control total de alguno de los dos bandos se sigue en disputa y por ambos lados nos atacan. Así que no podemos entrar a ninguno de los dos territorios, porque sin duda podríamos terminar igual o peor que nuestros desaparecidos”.
A su vez da a conocer que pocos son los que pueden salir de la región, “para muchos nuestra cárcel es nuestra casa, si salgo llevo el riesgo de no poder regresar. Es por ello que existen muchas viudas pero no lo saben, y siguen padeciendo la desaparición”, afirma Díaz Navarro.
Como cada miércoles, Díaz Navarro con un sin número de personas que han padecido los estragos de la desaparición forzada se reúnen, para planear nuevas acciones en la búsqueda de justicia, sin embargo hasta este momento no existe respuesta alguna por parte de las autoridades, pese a las manifestaciones que han realizado.
Los desaparecidos en Chilapa requieren ser tomados en cuenta por las autoridades federales y estatales, como lo han hecho con otros grupos de desaparecidos. Así, también afirman que aun cuando padecen el sufrimiento de las familias de víctimas, han sido invisibilizados, como si sus víctimas “no valieran” lo mismo que otros seres humanos.
“Si las autoridades solamente se centran en el caso de los 43 estudiantes desaparecidos no lo hace porque le importe, sino porque están siendo observados y juzgados a nivel internacional, como si fueran los únicos, aquí no hay casos únicos, aquí todos somos importantes y una gran mayoría está siendo humillada al hacerla invisible”, sentencia Antón.
En la agencia de Noticias “Bajo Palabra”, muestran las imágenes del cuerpo de una mujer con su hija de siete años recostada boca arriba, con el rostro cubierto de sangre, y su bebé de un año desangrándose sobre su regazó recorrió el país – y el mundo – como noticia y bandera de la violencia en México.
Entre las 175 personas asesinadas en Guerrero – de acuerdo a un recuento de Bajo Palabra – desde el inicio de la estrategia de seguridad impulsada por el gobierno federal y estatal desde el pasado 27 de octubre, llama la atención el aumento de mujeres y menores de edad entre las víctimas.
Las fotos de Rubi y Brayan, asesinados junto a su madre en Chilapa tras un ataque que dejó seis muertos, el pasado nueve de noviembre, también hicieron tambalear la supuesta estrategia de seguridad con la que el gobierno federal reduciría los niveles de violencia en el estado.
Horas antes, un ataque en Cuajinicuilapa, Costa Chica de Guerrero, había dejado 11 muertos, incluido Cristian Añorve de 12 años y Jesús Cuevas de 15.
Al otro día, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong – quien probablemente miró las fotos de Rubi y su hermano – rompió en justificaciones ante la falta de resultados de la estrategia de seguridad federal en el estado y culpó a los ex gobernadores Ángel Aguirre y Rogelio Ortega de la violencia.
“Se los dijimos a sus secretarios de seguridad, tenían que formar sus propias instituciones. Hoy son las consecuencias las que se están sufriendo en Guerrero”, afirmó el funcionario federal, quien había esperado hasta la toma de protesta del priísta Héctor Astudillo como gobernador para anunciar la nueva estrategia.
Tras los ataques terroristas en París y la aparición del hashtag PrayForParis(rezar por París); en México y Guerrero la foto de los dos menores y su madre fue reproducida miles de veces en Internet, como respuesta, con el equivalente PrayForMéxico y #PrayForGuerrero.
Desde entonces, ya sea como parte de un recrudecimiento de la violencia o como “hechos aislados” – según el típico vocabulario político – los menores de edad se han vuelto víctimas recurrentes de la violencia.
Un bebé de un año murió en la colonia La Sabana de Acapulco; junto a sus padres, había sido atacado en la madrugada por un hombre que intentó asaltarlos y terminó disparándoles.
La madre murió en el asiento de copiloto; su bebé y su esposo quedaron heridos, pero el pequeño murió horas después en el hospital general de Renacimiento.
Asimismo, en la comunidad de Xochipala, municipio de Zumpango, una niña fue herida durante un enfrentamiento que dejó a un hombre muerto.
En otro hecho, Luis Bernabé, un adolescente de 14 años, fue asesinado en un barrio de la colonia Centro de Acapulco.
Y un día antes, por la mañana, una combi del servicio de transporte público de Chilapa fue atacado por hombres armados a la altura de la comunidad de Atzacualoya.
El ataque dejó cuatro muertos y tres lesionados, incluida una niña de cuatro años que permaneció varias horas como desaparecida y que después fue reportada en el hospital en el que atendían sus heridas.
Después de esa masacre, el gobernador de Guerrero se deshizo en lamentaciones y hasta pareció echar abajo su promesa a serranos de enviar cinco grupos de 30 agentes – 10 de la Policía Federal, 10 de la Estatal y 10 de la Marina – a puntos clave de cuatro municipios de la Sierra.
“El gobernador está consciente y voy a decir cuál es mi visión de lo que ha pasado en los últimos días”, dijo en un discurso ante empresarios, “no podemos y no puede el gobernador dejar de reconocer que yo no soy el secretario de la Defensa Nacional, ni soy el secretario de la Marina (…) no puedo dar órdenes al Ejército nacional, ni a la Marina”.
Los antecedentes
El asesinato de niños en ataques aparentemente relacionados con el crimen organizado no es nuevo; en marzo de 2011, cuando la entidad ya estaba sumida en la violencia, un grupo de hombres armados rafageó una casa de la colonia Simón Bolívar de Acapulco.
Sus víctimas: una anciana de 70 años, que quedó sin vida mientras intentaba proteger con su cuerpo a sus nietos de dos y siete años, quienes también murieron. El ataque dejó herida a la madre de los niños y a su bebé de tres meses. Eran las ocho y media de la mañana.
Otro ataque sucedió en marzo de 2014, en la comunidad de Paso Limonero del mismo puerto; por la tarde, fueron hallados los cuerpos de tres mujeres y una niña de siete años; además, una de nueve años quedó herida y un bebé de un año quedó ileso.
Uno más que generó repudió fue la noche del del 23 de octubre de este año, cuando todavía estaba Rogelio Ortega como gobernador.
Ya gobernaba el alcalde Evodio Velázquez en Acapulco y faltaban cuatro días para la toma de posesión de Astudillo Flores y del inició de su estrategia de seguridad conjunta con la Federación.
Dos mujeres y una niña estaban por ingresar a su hogar, en la colonia Potrerillo de Acapulco, cuando un grupo de hombres armados las atacó a balazos.

Las tres murieron, y la menor, de cuatro años de edad, según medios, tenía un certero disparo en la frente.


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