La lucha por el poder en las
calles del DF
Primero la llegada de los maestros de la
CNTE al Zócalo de la Ciudad de México y su posterior desalojo el pasado
viernes, más allá de las reivindicaciones laborales y la reforma educativa, se
circunscriben en el marco de una lucha por el poder y de las decisiones trascendentes
del país en el aspecto económico-financiero, entre los grupos que llevaron a
Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República.
Los diferentes grupos que perdieron el
poder con la llegada de Felipe Calderón a Los Pinos, olvidaron las diferencias
y las afrentas entre ellos, como fueron los asesinatos políticos de finales de
los años 80 y de los 90, así como los encarcelamientos políticos y se unieron
para recuperarlo. Es tanto su poder y peso específico conjunto que lo lograron.
Pero apenas tuvieron la certeza de
ganar, incluso desde antes de la noche del 1 de julio del año pasado,
comenzaron los golpeteos entre ellos, las uniones entre algunos otros y la
compra de voluntades, incluso, de integrantes de unos más. Como fue comentado
en este espacio, es probable que la explosión en las oficinas corporativas de
Pemex haya sido un aviso, como ahora fueron las mega manifestaciones y bloqueos
de los maestros.
Pero lo que está en el fondo de los
conflictos y sucesos ocurridos en el país en este primer tramo del gobierno de
Enrique Peña Nieto, incluido el incremento de la violencia, no es otra cosa que
las manifestaciones de una guerra, esta sí, entre los grupos de poder político
y económico de nuestro país.
Lo que está en juego es la definición de
una privatización fasttrack del sector energético, la apertura indiscriminada
al capital extranjero para que se apropie de la renta que debería quedar en
México y en manos de los mexicanos —por ejemplo, Dragón Mart en Cancún o las
mineras y otros—, promovidos por el grupo en primera línea del gobierno, con
los salinistas encabezados por los alumnos de Pedro Aspe Armella (artífice del
TLCAN), y del otro lado, la política administrativa impulsada por los otros
grupos más conservadores, quienes pretenden salvaguardar el statu quo, es decir, mantener la
propiedad de las empresas energéticas y que continúen como la caja chica del
gobierno y sus políticos, para seguir desangrando al país.
Con cualquiera de las dos facciones nos
va mal porque finalmente quienes tienen el poder político y económico son los
que deciden y se quedan con los dividendos del país, unos con el 10 por ciento
inmediato y convertidos en socios de los grandes negocios, con lo que aseguran
el futuro de ellos y sus descendientes, mientras nosotros, los ciudadanos de a
pie, somos como simples pasajeros en un microbús, que estamos a la suerte de lo
que haga el conductor (o como ocurrió en el accidente de Santiago de Compostela
en España, amarrados a la locura de quien guía la máquina).
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