viernes, 22 de febrero de 2013

Reportaje/Parte I


Periodismo de investigación, desafíos
(Este texto es para Jesús Blancornelas y Francisco Ortiz Franco y cien periodistas más que nunca podrán leerlo)
Quisiera comenzar esta charla con una anécdota del autor de El sueño de los héroes, hablo del creador de una vasta obra, el argentino Adolfo Bioy Casares quien provenía de una familia rica, lo que le permitió dedicarse exclusivamente a escribir; un día un joven estudiante le preguntó Maestro cuánto tiempo podría llevar a un escritor o periodista a triunfar o tener éxito, y Bioy Casares respondió: “Bueno, los primeros 40 años son difíciles”.
A 35 años les quiero decir que desde mis inicios como reportero a mediados de los setenta asumí el periodismo como una vocación y un compromiso: servir a mi país desde el periodismo.  La fama, el éxito para mí son intrascendentes, por eso recuerdo las palabras de Gabriel García Márquez en su memorable discurso de la Quincuagésima Segunda Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa a la que tituló como “El mejor oficio del mundo”, y en la que el autor de Cien años de soledad inició así: “A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: ‘Los periodistas no son artistas’”.
El escritor británico Gilbert Keith Chesterton solía decir que el periodismo es el trabajo de los que se quedaron sin profesión, en pocas palabras ‘aprendices de todo y oficiales de nada’. Con todos sus asegunes, el maravilloso escritor Gabriel García Márquez estableció que “el periodismo es el mejor oficio del mundo” y el polaco Ryszard Kapuscinski llegó a ser más contundente: “Los cínicos no sirven para este oficio”. Tampoco es fortuito que la Organización Internacional del Trabajo considere al periodismo como una de las profesiones más peligrosas del mundo. Basta señalar tan solo un ejemplo: la masacre de más de una veintena de periodistas que junto con treinta personas más fueron ejecutados en 2009 tras ser secuestrados por hombres armados en Filipinas. Hechos que tuvieron lugar en la provincia de Maguindanao, en la isla de Mindanao durante el recorrido de un candidato a gobernador. Se trata del grupo más numeroso de periodistas muertos en un solo incidente en todo el mundo. Muchas de las víctimas fueron decapitadas y mutiladas; algunas de las mujeres fueron violadas. Todo ello documentado por el Center for Media Freedom and Responsibility (Centro por la Libertad y Responsabilidad de los Medios, CMFR).
Por eso hoy quisiera decir que para mí la universidad de periodismo fue Manuel Buendía y después de las aulas la mejor universidad han sido mis padres y mis amigos: muchos de los que están aquí presentes y otros ausentes, como lo son decenas de periodistas, cuyo único delito fue testificar una realidad oprobiosa, víctimas que reflejan el peligro de la libertad de expresión misma.
Buendía sostenía que quienes creen haber llegado a la cumbre y piensan que se podrán instalar en ella un largo tiempo, son los que están exactamente en vísperas de comenzar su decadencia profesional. Las cumbres en el ejercicio periodístico son tan agudas como la punta de una bayoneta. Por tanto es recomendable bajarse inmediatamente de ahí para continuar el áspero camino, pues ni siquiera en el último día de su vida, un verdadero periodista puede considerar que llegó a la cumbre de la sabiduría y la destreza. Decía Buendía: imagino a uno de esos auténticos reporteros en pleno tránsito de esta vida a la otra y lamentándose así para sus adentros: “Hoy he descubierto algo importante, pero ¡lástima que ya no tenga tiempo para contarlo!”.
Buendía como Jesús Blancornelas al igual que Miguel Angel Granados Chapas y el propio Julio Scherer se han erigido en modelos y guías para sectores muy amplios de la sociedad. Por su compromiso en temas sociales y políticos lograron tener una enorme repercusión.
No se puede entender el periodismo sin ideales, esa es la lección de Buendía, aunque hay de periodistas a periodistas. En el gremio hemos tenido tres grandes mitos: Primero, la creencia en el paraíso celestial. Después los periodistas militantes que creían en una transformación socialista, que era creer en el paraíso terrestre. Y ahora a una gran mayoría de periodistas, como su servidor, sólo nos queda un mito, ¡el de la jubilación!
Para bien o para mal, persiste la idea de que el periodista como el intelectual puede ser el portavoz del pueblo y de la justicia lo cual bebe de una larga tradición. Por ejemplo, en Francia tres intelectuales simbolizan la libertad de expresión y el Derecho a saber. Émile Zola, tal vez el más emblemático. Thomas Mann dijo que Zola escribió ‘Yo acuso’ porque antes existió Voltaire.
Un artículo de Émile Zola en 1898, provocó una sucesión de crisis políticas y sociales inéditas en Francia que, en el momento de su apogeo en 1899, revelaron las fracturas profundas que subyacían en la Tercera República Francesa. Dividió profunda y duraderamente a los franceses en dos campos opuestos, los pro y los contra al capitán Dreyfus y reveló la existencia en la sociedad francesa de un núcleo de violento nacionalismo y antisemitismo difundido por una prensa sumamente influyente. El caso se convirtió en símbolo moderno y universal de la iniquidad en nombre de la razón de Estado.
El caso Dreyfus tuvo como origen un error judicial, sobre un trasfondo de espionaje y antisemitismo, en el que la víctima fue el capitán Dreyfus que marcó un hito en la historia del antisemitismo. Enjuiciado por un tribunal militar por el delito de alta traición, Dreyfus fue condenado a prisión perpetua y desterrado en la Colonia penal de la Isla del Diablo en la costa de la Guayana francesa.
En 1906 su inocencia fue reconocida oficialmente por la Corte de Casación a través de una sentencia que anuló el juicio de 1899, sin reenvío para realizar un nuevo juicio, y decidió la rehabilitación del capitán Dreyfus, decisión inédita y única en la historia del derecho francés. Rehabilitado, el Capitán Dreyfus fue reintegrado al ejército con el rango de Comandante, participando luego en la Primera Guerra mundial. Con la dignidad en alto, Dreyfus falleció en 1935.
El segundo pensador de referencia es André Gide, que es uno de los mayores escritores franceses, un intelectual y periodista que reivindicó la libertad de decir lo que uno es y lo que uno ve. Resistió todas las presiones del mundo. Fue el primer gran escritor en declararse homosexual, en un entorno muy hostil. Denunció el colonialismo, la explotación de los indígenas. Luego lo haría con la Unión Soviética.

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