Por Baltasar Hernández Gómez.
Un político que esté alineado a los requerimientos y expectativas sociales debe despojarse de la visión cortoplacista de ser un ente gestor que cumpla estrictamente con las funciones delineadas de su ámbito de acción.
Un político en la modernidad, comprometido, capaz, conocedor, sensible y responsable es aquel que utiliza sus capacidades y se deja acompañar por expertos y la sociedad civil para ubicarse como hacedor de estrategia estadista, es decir, que tenga la perspectiva de realizar tareas de corto y mediano plazo que eleven la calidad de vida social, económica, política cultural y existencia de la colectividad.
No obstante que está tipificación es obviada por la mayoría de mujeres y hombres dedicados a la esfera de lo político y la política, tendría que ser exigida por militantes de partidos y ciudadanía en general cuando candidatos presumen de estar en contacto con el electorado en las denominadas campañas para alcanzar votos y acceder a un puesto de poder, que debiera ser un lugar para servir y no servirse.
En México y el mundo las personas que viven de la política y no desde y por la política se registró en la homogeneidad de actuar coyunturalmente, desplegando una maquinaria propagandística ubicada en la preponderancia del videns, a través de acciones que lleguen a la psique social. Desde esta plataforma populista y clientelar los políticos acuden al sensual de la ciudadanía, a fin de despertar emociones que les produzcan dividendos empáticos y de apoyo.
En los medios impresos , radiofónicos, televisivos y digitales aparecen cientos y cientos de textos e imágenes que dan cuenta de la labor inmediatista de políticos, legisladores y gobernantes. De esta manera, la sociedad se ve envuelta en noticias que abordan el asistencialismo como tarea suprema: mujeres y hombres públicos por voluntad del sufragio que realizan labores de recolección de basura, recorridos por calles, corte de maleza en cauces pluviales, reparto de enseres y juguetes, inauguraciones de servicios y obras, visitas a homólogos nacionales e internacionales y "baños de pueblo", para hacerse ver sensibles al sufrimiento de grupos vulnerabilizados.
Qué triste panorama que pone al descubierto la carencia de consciencia social, pero sobre todo la voracidad de ser de quienes juramentaron cumplir y hacer cumplir leyes y planificar y ejecutar funciones con alto contenido humano en beneficio de la colectividad.
Qué miseria demuestran los políticos y gobernantes cuando en la coyuntura se olvidan a propósito de ser estadistas. Qué surrealista es que mientras se acaban en aparecer públicamente como los primeros trabajadores de la nación, estado y municipio, dejan ver qué sólo son burócratas que extraen millones de pesos en sueldo, gastos de representación, comunicación social y compra de materiales de corta duración, que sólo sirven de placebo ante la pobreza existente.
En México en particular, la clase política en el poder reproduce un esquema de otorgante de panaceas ilusorias, de programas asistencialistas, de discursos de esperanzas fallidas, de visitas populistas a poblaciones y países, que no resuelven el quid para que haya un real desarrollo de las potencialidades económicas y sociales.
Pero sigan barriendo, atacando a quienes disienten de sus políticas. Continúen apareciendo en "baños de pie lo", ocultando su incapacidad y ocultando que mucho de lo que pregonaron realizar se quedó en la inercia de la omisión ante actos de corrupción y autoritarismo... Porque la sociedad paso a paso, aún en la contradicción, está despertando y transformará lo que para muchos detentadores del poder formal es algo imposible de mover: la dominación infame de unos pocos en contra de los muchos.
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