Disertaciones
Noé Ibáñez Martínez
Después de las
elecciones del 1 de julio, la cual autoridades electorales calificaron como
“una auténtica fiesta democrática” y donde fueron electos 3 mil 416 hombres y
mujeres para cargos de representación popular tanto a nivel local como federal,
entre ellos, la Presidencia de la República y a los integrantes del Congreso de
la Unión, y además, como resultado, se reconfiguró el mapa político nacional
donde un partido dominará en casi todos los estados, la pregunta ahora es ¿qué
sigue?
Si bien existe un
ánimo positivo generalizado entre los simpatizantes del candidato presidencial
ganador, también existen dudas entre los opositores, ya que lo que viene es lo
complicado. Y es que las promesas de campaña de Andrés Manuel López Obrador no
es que hayan sido tan increíbles ni mucho menos, el problema mayor, me parece
es qué y cómo hacer para pasar del discurso utópico a la materialización, por
lo que sus desafíos son grandes y los electores esperan una solución a los
problemas más apremiantes de la segunda economía latinoamericana.
Una de sus promesas
fue acabar con la violencia y pacificar el país, para ello, cambiará la actual
estrategia militar para combatir a los carteles de las drogas que por la
incapacidad del Estado para mantener la seguridad en algunas regiones, se
permitió el auge y la penetración del crimen en las instituciones de gobierno.
Como consecuencia, tan sólo el 2017 cerró con 26, 573 muertos y en esta campaña
electoral que recién concluyó dejó 145 políticos asesinados.
El nuevo gobierno
tendrá el reto de combatir también la falta de legitimidad de las instituciones,
la cual provoca que un 92% de los crímenes queden sin denunciar. Además, la
promesa de un aumento del gasto social y del empleo para atraer a los jóvenes
de las clases bajas y dejen ser presas para las bandas criminales que los
reclutan.
En el tema de la
corrupción la cual fue eje de su proyecto de campaña, su intención de
erradicarla en la administración pública no es mala, la cuestión es cómo lo
hará y si en seis años de su gobierno logrará desaparecerla en México. Esta
posibilidad se desvanece cuando vemos que en su gabinete y equipo de trabajo
suma a personajes que han sido severamente cuestionados por sus desempeños en
cargos públicos y por sus pasados políticos, entre ellos, Marcelo Ebrard,
Alfonso Durazo y German Martínez.
También, entre los
mayores nubarrones económicos en el horizonte está el Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN), que México revisa actualmente con Estados Unidos
y Canadá. Para México es vital llevar la negociación a buen puerto pues 80% de
sus exportaciones tienen como destino a Estados Unidos, su mayor socio
comercial.
Las negociaciones se
retomarán seguramente tras la reunión que sostendrá Andrés Manuel López Obrador
y su equipo con funcionarios de Estados Unidos este viernes en la Ciudad de
México, donde además se hablen de temas como migración, seguridad, comercio,
cooperación para el desarrollo y otros de la relación bilateral.
Más allá de las
políticas públicas que implemente el nuevo gobierno federal, quienes votaron
por Andrés Manuel y también quienes no lo hicieron deben tener bien claro que
lo que toca hacer es seguir por la senda del trabajo y del estudio, del
esfuerzo diario, porque hay que entender los problemas de este país no podrá
ser resuelto por un solo hombre, sino de todos los mexicanos quienes estaremos
a la expectativa de las acciones y los resultados.
Este proceso electoral
dejó mensajes claros: la sociedad castigó con furia los malos gobiernos de los
que se van, pero también plasmó sobre su voto la advertencia del beneficio de
la duda para la nueva administración. Es decir, creo que el pueblo ya se dio
cuenta de que su voto es fundamental y que puede mover políticos y gobiernos.
Sin embargo, en una democracia, el voto sólo una parte del engranaje: vigilar a
sus representantes a que cumplan sus promesas de campaña, que transparenten los
recursos públicos y rindan resultados, es lo que viene.
hist23@gmail.com
@ibanez_marti
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