Editorial
El
presidente de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre, durante su administración
perredista, convirtió al puerto de Acapulco, en un pueblo sin ley. La violencia
se halla en su máxima expresión. Es lamentable que hace nada por mejorara la
seguridad de los habitantes que gobierna.
La
corrupción se halla estacionada, sigue el saqueo en el ayuntamiento, los
crímenes macabros aumentaron en este nuevo Acapulco, que ha sido la tercera
ciudad más violenta del planeta, sólo detrás de Caracas, Venezuela, y de San
Pedro Sula, Honduras.
Acapulco
fue un puerto renombrado por su atractivo turístico, ahora destaca por los
desmembrados, decapitados, incinerados vivos, ejecuciones dolosas a niños,
mujeres y la mayoría de jóvenes sin futuro en esta violenta ciudad.
Acapulco
sigue en descrédito, por tener una policía municipal al servicio del crimen
organizado, (dicho por el Fiscal de Guerrero).
Evodio
defiende a funcionarios y regidores que son ejecutados, “todos son inocentes”,
pero el pueblo que lo llevó al poder con la mendicidad que mostró al pedir el
voto, no le merece un pedir justicia por los inocentes caídos de forma
dolosa.
La
gente aprendió a vivir a pesar del miedo, se encomienda a DIOS, por el temor de
no regresar con vida a sus hogares, toma precauciones extremas, no salen de su
hogar, no caminan por las peligrosas calles del paradisiaco Acapulco.
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