*La
disputa entre criminales dejó sin habitantes a la franja limítrofe entre Tierra
Caliente y Zona Norte
Por
Jonathan Cuevas/API
Apaxtla,
Gro.- La franja limítrofe entre la Tierra Caliente y Región Norte de Guerrero,
se ha convertido en la más violenta y peligrosa tanto para pobladores como para
policías. Ahí no hay autoridad ni garantía de vida, por lo que decenas de
pueblos han quedado prácticamente fantasmas.
Esta
situación es producto de la disputa por el acaparamiento de la siembra de
enervantes, por el territorio y las rutas de distribución de la droga, entre la
Familia Michoacana y los Guerreros Unidos.
En
esta franja que también es entrada a la Sierra, están los pueblos Liberaltepec
(municipio de Apaxtla) y San Francisco Tlanipatlán (Teloloapan). Están
asentados en la Sierra baja, en un camino de terracería que comunica a Apaxtla
con la mina de Campo Morado, del municipio de Arcelia.
Es
una ruta ideal para la distribución de droga en las dos regiones, y clave para
el dominio de territorios, porque las policías y militares, pocas veces se
atreven a entrar ahí.
Tlanipatlán
San
Francisco es un pueblo donde habitan 14 familias.El resto de los habitantes
(unas 200 familias) huyeron desde hace dos años por miedo a los sicarios que
cuando pasaban por ahí, saqueaban sus casas.
Pertenece
al municipio de Teloloapan pero está más cerca de Apaxtla, a unos 20 kilómetros
sobre un camino de terracería que llega hasta Liberaltepec, a una hora
aproximadamente de distancia en automóvil.
Está
en el límite de una zona árida, entre cerros secos donde abunda el nopal y el
agave, y una boscosa donde las montañas son cubiertas de pinos, ojarasca y aire
frío.
Es
un pueblo bonito, colorido con casas de adobe, madera, baras o material, con
techos de lámina o teja. Hay variedad de diseños pero casi todas las casas
están cerradas con candado. En las calles sólidas se encuentran algunos carros
desvalijados o balaceados, y muy poca gente.
Es
un pueblo que preservaba la lengua náhuatl, hasta antes de la huída. Su
iglesia, San Francisco, fue levantada en el año de 1722, y reconstruida en
1945. En esta localidad, hay historia.
Ahí
vive don Marino Cuevas. Tiene 82 años que se le notan en la arrugada piel, pero
no en su andar. Fue a sus tierras y regresó con un costal de lleno de mosca, en
la espalda.
Detuvo
su caminar para platicar con los foráneos que estaban ahí; un grupo de
reporteros.
Cuando
le preguntaron por qué se había ido la gente, respondió: “Pues aquí la gente se
fue, nos conformamos con quedar poquitos pero no nos atrevemos a preguntarles por
qué (a quienes se fueron). ¿Como para qué preguntamos? No sabemos. Se fueron y
ya”.
El
anciano se mostró cauteloso. No mostro temor, solo precaución.
Durante
la charla, don Marino recordó que hasta hace tres años se dedicaba a la
elaboración y venta de pan, que llevaba a vender en las comunidades vecinas.
Ahora, ante la falta de población, solo espera el dinero que le pagan por la
renta de sus tierras y, con eso vive. No tiene lujos, pero sí una vida
tranquila, refiere.
Aquí
también está Fortino Manzanares, un señor de 60 años que, con unas copas que
traía encima, se atrevió a decir lo que pasó hace dos años.
“Pues
aquí llegaron los pintos, eran gente mala de la familia (michoacana), nos
decían que les dieramos todo, nuestra cartera o lo que trajeramos, hasta los
tenis si eran buenos. Se metían a robar a las casas y se llevaban todo. A mí me
quitaron mi machete, mi radio, las herramientas que tenía ahí yo, todo”,
relató.
Afirma
que ahí no cometían secuestros no extorsiones porque no les interesaba el pueblo,
solo a su paso, robaban y saqueaban las casas. Además los amenazaban de muerte,
por eso se fue la gente.
“Los
Pintos” eran una célula del grupo criminal conocido como “La Familia
Michoacana”, encargado al parecer de disputar el territorio de “Los Guerreros
Unidos” que tenían su base en Teloloapan y Apaxtla, pero avanzaban por caminos
rurales como parte de su estrategia.
La
gente de este pueblo le dicen “los pintos”, porque traen trajes tipo militar,
según cuentan.
Fortino
es un hombre solo. Su madre murió hace un año, el 14 de diciembre; su padre
pereció al día siguiente. Pero “Tino”, como le conocen en el pueblo, prefiere
omitir detalles de los decesos.
Solo
tiene la casa de adobe que por herencia le dejaron sus padres. No tiene
hermanos y su esposa lo dejó hace 27 años a Nochixtlán, Oaxaca, de donde es
originaria. Desde ese entonces, Fortino decidió no volverse a casar.
Y
como está solo, decidió no huir como la demás gente, porque sus padres tampoco
huyeron cuando lo hizo la demás gente.
Además,
afirma que a él no le gusta cargar dinero en la bolsa. No trabaja y solo
siembra algo de maíz en la pequeña tierra que le dejaron sus padres. Su cosecha
es para su propia subsistencia. Es de autoconsumo y solo vende de 5 a 10 kilos
cuando necesita algo de dinero.
En
Tlanipatlán hay un jardín de niños al que acuden alrededor de diez alumnos. A
la escuela primaria, 14. Hay una tienda Diconsa junto a la comisaría, en un
edificio vacío. Frente a la hermosa y antigüa estructura de la iglesia, una
oxidada asta, inclinada y apunto de caer, sin bandera, levantada en 1950.
Las
calles lucen vacías y las casas cerradas con candados repletos de telarañas.
Así es Tlanipatlán.
Liberaltepec
Unos
cinco kilómetros adelante, en la ruta que lleva hacia Arcelia, está el simbólico
pueblo de Liberaltepec. Simbólico porque en la línea territorial que divide a
la Zona Norte con Tierra Caliente, este pueblo ha sido sede de los más
terribles enfrentamientos armados.
Aquí
se han encontrado las dos bandas criminales entre sí, o con la Marina o
Ejército.
El
18 de septiembre de 2015, un comando integrado por al menos 60 hombres de la
Familia Michoacana sitiaron el pueblo y provocaron que los maestros no
quisieran regresar más.
Ante
la falta de docentes, dos egresadas de secundaria decidieron tomar el papel de
educadoras. Hoy dan clases a 15 menores, a su manera, sin libros de texto
oficiales ni un sueldo, en la primaria Vicente Guerrero.
El
jardín de niños Beníto Juárez ya no funciona y, la telesecundaria con un solo
maestro atiende a 12 alumnos.
En
Abril de 2014, un enfrentamiento que duró casi un día derivó en la muerte de un
marino, teniente Arturo Uriel Acosta Martínez, y dos sicarios.
Actualmente
en el pueblo hay tres cruces juntas a espaldas de la iglesia, como recuerdo de
aquella fecha trágica. Una grande, de madera y con veladoras que es la del
teniente, y contiene un texto: “Comandante Marino murió por el pueblo. En paz
descanse”. Del lado izquierdo hay otras dos pequeñas, sin nombre ni leyenda.
Liberaltepec
es un pueblo revolucionario. De hecho, cuenta la gente que el nombre surge de
libertad, y fue cambiado en aquellos tiempos de la Revolución Mexicana. También
es un pueblo histórico, que preservaba la lengua náhuatl. Su iglesia en honor
al señor de Chalma, fue levantada en 1953.
Aquí
la gente se dedica en su mayoría a la siembra. Maíz, frijol y semilla de
calabaza. Hay varias casas de vara y adobe destruídas, la mayoría de las que
están de pie, permanecen abandonadas.
Aquí
había cerca de 300 familias y hace dos años se fueron 200. Con el pasar de los
meses regresaron unas cien.
Es
un pueblo rezagado, pobre, sin lujos ni tecnología. La gente recuerda que hace
tres años empezaron a sufrir los embates de la delincuencia, producto de la
disputa entre la familia michoacana y guerreros unidos, aunque señalan a los
primeros como responsables de los peores sucesos.
Pero
lo hablan discretamente. Reflejan miedo.
Desde
lo alto del pueblo se puede ver la mina de Campo Morado, ubicada en el pueblo
que lleva el mismo nombre, territorio de Arcelia.
También
están cerca de Laguna Seca; el primer pueblo fantasma de esta zona limítrofe,
documentado por reporteros. En aquel año, 2014, era imposible llegar hasta
Liberaltepec por el alto grado de peligrosidad.
En
liberaltepec hay un ambiente tenso. La gente que sigue aquí no sabe cuándo
volverán los sicarios a provocar terror.
Zona
peligrosa
Para
la Policía Estatal, esta parte limítrofe entre la Tierra Caliente y Zona Norte,
es la más peligrosa. Y es que es entrada a la Sierra que conecta a estas dos
regiones con el Centro del Estado y Costa Grande, pero además, sus caminos
rurales son ideales para llegar a los puntos de distribución de droga, como
Iguala, desde donde se envía a Estados Unidos.
Un
agente destacamentado en Apaxtla con el que este reportero pudo platicar,
recordó que “aquí han caído más compañeros que en cualquier otro lado”, incluso
que en Acapulco y Tierra Caliente donde la gente percibe mayor violencia.
Las
rutas rurales de Apaxtla, Cuetzala y Teloloapan son en las que más emboscadas
ha habido contra la Policía. (Agencia Periodística de Investigación).
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