*La
violencia amenaza con desaparecer a los payasos
Acapulco,
Gro.- Primera llamada…
-¡Oiga
amigo, yo a usted lo conozco!
Ah,
sí, claro, yo salí en la película de Rambo. Pero de ahí me corrieron por
cuñiculero.
-¡No,
yo a usted lo conozco!
-Ah,
sí, claro, yo era militar nada más, pero me corrieron de la militar.
-¿Pero,
por qué?
-Porque
miré, lo que pasó es que todo fue así: “yo estaba parado, y que me dicen: a ver
payaso dígame su nombre, y que le digo Gudulfredo.
-¡No,
ya, diga su nombre!
-Mi
nombre es Guerra Gudulfredo.
-No,
que me diga su nombre de batalla.
-Gu-dul-fre-do
-¿qué
no me oyes? Y que me vuelve a decir.
Segunda
llamada…
-A
ver, si le llegara una batalla por la mano izquierda ¿qué haría?
-Y
que le digo: “pun, pun acabo con todos”.
-¿Y
si le llega una batalla por la mano derecha?
-Pues
saco la metralla dora y purrum, extermino a todos.
-Y
si te llagan por de frente
-Pues
aviento bombas y bum, bum, y termino con todos.
-Y
si le llegan por atrás
-Hay
pues los dejos que me disparen, al fin que nacimos para morir.
Tercera
y última llamada… Puchungazo escribe su historia
Un
rostro pintado de rosa, una enorme nariz roja y una boca, en la que se
dibuja una sonrisa, esconden un pasado que pocos hemos vivido, y
también ayuda a huir de una realidad, con la que algunos niños crecen.
Gerardo
Tapia, quien prefiere ser llamado Gerochi Puchungazo, es un payasito de la Ciudad
de México que radica en Acapulco. Tiene 25 años de edad, de los cuales ha
vivido los últimos 15 en la calle.
Punchungazo
sonríe, y presume una cabellera roja, algo punk, que logra con una peluca. Él
dejó su casa, dejó a su madre y a su papá porque, contó, lo cambiaron por sus
parejas sentimentales.
Con
sólo 10 años de edad prefirió vivir en coladeras y puentes de la Ciudad de
México, prefirió vivir todo menos aceptar el abandono de sus padres; para
ser lo que ahora es, una persona responsable, trabajadora y llena de alegría.
Pero
para Gerochi Puchungazo esos 15 años no han sido sencillos, porque el abandono
de su hogar, significó también olvidar su sueño: ser biólogo marino.
Gerardo
cuenta que huyó de su casa con la ayuda de dos fieles amigos, y quienes le
enseñaron el oficio de payaso.
“Me
escape de mi casa por el tipo de vida que llevaba y ya no quería saber
nada de nadie y mucho menos que me encontraran mis padres”.
“Es
la mejor decisión que pude haber tomado en mi vida. Al principio cuando
comencé este oficio, con mis amigos, para mí no era fácil porque me daba
pena y no me gustaba andar de payaso. Pero la misma necesidad te orilla hacer
esto porque no tienes como vivir y porque yo seguía creciendo y
necesitaba más dinero”, cuenta.
Los
riesgos de la calle
La
calle tiene sus riesgos. Cuando ingresas a ella nada es fácil, los mismos
niños que la toman como su “hogar” aseguran que te induce a consumir droga, y
desde la perfectiva de Punchungazo, si entras al mundo de las drogas “te
jodistes”, porque seguramente serás ladrón y terminarás en la cárcel.
Crecer
debajo de los puentes y dentro de las coladeras no es sencillo, Gerardo Tapia
lo sabe.
Se
cubría del frio de la Ciudad de México con cartones y periódicos, y en muchas
ocasiones aguantó el hambre.
“Recuerdo
cuando comencé, me fugue con mi amigo Marco, me decía que me fuera con él, pero
para esto ya vivía en la calle. Me fui con él a la calle, pero nunca me imagine
que fuera payasito. Entonces que lo veo que se estaba maquillando y que le
pregunto: qué haces, y me dice: voy a trabajar”.
“Y
que lo veo y que le digo “no manches eres payaso, no, ni me hables”, me
dio mucha pena su oficio, pero él mismo me dijo que de algo tenía que vivir, y
sí, es cierto, tenía razón porque cuando creces en la calle, como yo, te tienes
que mantener de algo”, recordó.
Gerardo,
siguió su relato, y dijo que después de algún tiempo juntos “la vida” los
separó, y desde entonces nunca más se han vuelto a ver.
Marco,
su amigo, conoció a una joven quien murió por haberse infectado del VIH, y
tiempo después él también desapareció.
“Tal
vez el se contagio de sida y no quiso que lo viera morir, éramos inseparable e
imparables por eso no entiendo que paso con Marco”, dijo, y después de recordar
se escucha un gran silencio, y la sonrisa detrás de la pintura de su maquillaje
de payaso se desvanece.
Un
payaso profesional no se droga
El
frío, el hambre y aún pese a la pérdida de su amigo, para Gerochi Puchungazo el
vivir en la calle fue la mejor opción, y porque además era la única forma de
parar los golpes, maltratos y humillaciones en su casa.
Pero
la vida debajo de puentes y dentro de coladeras trae otro riesgo: el consumo de
droga.
Gerardo
acepta que las consumió, pero se dio cuenta que para ser un payaso profesional
tenía que alejarse de ellas.
“Antes
si me drogaba, pero gracias a Dios y a mis amigos que conocí en la
calle, ya tengo 10 años que no lo hago, porque decidí que no era bueno para mí,
y porque cada día le vas a garrando más amor al personaje de payaso”.
“Si
en verdad deseas ser un payaso profesional te tienes que seguir superando, un
payaso drogado no es nadie y no hace bien su trabajo eso gracias a la vida y a
todo lo que he vivido lo aprendí”, aceptó.
Ahora
acude a cursos de expresión corporal y artística, porque ahora su sueño cambió,
y es convertirse en un gran payaso profesional.
“Tienes
que invertir en ti mismo, aun que las escuelas son muy caras pero yo asisto a
los congresos y ya realizo mis propios show”, cuenta con orgullo.
Pero
en un inicio, Puchungazo ganaba de 40 a 60 pesos diarios, pero ahora
acude a fiestas infantiles, y eso le permite obtener mayores recursos
económicos.
Aunque
no está arraigado a un lugar, prefiere a Acapulco por encima de todas las demás
ciudades.
Asegura
que ha venido al puerto más de 200 veces, y que le gusta dar función en el
zócalo, pero acepta que no todo es color de rosa, pues también existe
discriminación por algunas personas, que ya olvidaron que un día en su vida
fueron niños.
Como
lo vivió el propio Gerochi cuando daba un show en un restaurante de tradicional
zona turística de Caleta, cuando un turista lo golpeo y obligó a él y a su
esposa, salir del lugar.
-¿Qué
tan cierto es el dicho: el show debe continuar?
“Algo
de cierto, pero no es lo mismo, no te levantas con la mismas ganas con las que
te levantaste en la mañanas con el propósito de hacer reír a toda la gente y
pierdes el entusiasmo por culpa de la gente que se olvida que en un momento de
su vida fueron niños”.
La
violencia amenaza con desaparecer a los payasos
Para
Puchungazo el oficio de payaso podría desaparecer, asegura que cada día se ha
convertido más difícil hacer reír a las personas, y que la violencia está
“lastimando” la sensibilidad de la humanidad.
“Hoy
en día la gente ya no aprecia mucho el oficio de un payaso, yo calculo que este
oficio está a punto de desaparecer. Por lo menos en los urbanos, porque ya no
es el mismo, es una lástima porque la sensibilidad y muchos valores se están
quedando atrás por tanta violencia y discriminación que prevalece en el mundo”.
“Yo
calculo que en unos 10 años más y desaparece todo esto de las funciones de
payaso en los urbanos”.
-¿Qué
mensaje darías ante la violencia?
-“Pues
que traten de ayudar a las madres solteras y que sobre todo traten de dar
educación a los niños y jóvenes. Para que no deserten de las escuelas y no
sufran maltrato familiar en sus casas, porque muchas veces son maltratados por
lo mismo, no hay dinero en los hogares o también para que no se involucren en
cosas malas”.
Gerochi
Puchungazo se alista para su mejor función: será padre.
Su
pareja, Elizabeth Macedo, tiene cuatro meses de embarazo, ella también huyó de
su casa por problemas familiares. Tienen un año en conocerse, y juntos sueñan
que el oficio de payaso no desaparecerá y las sonrisas de los niños se mantendrán
para siempre.
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